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Honrar a los padres: un deber de cada hijo e hija

El profesor y escritor Tiago Augusto da Cunha registró la siguiente frase: “mi padre me llevó en sus brazos cuando yo era niño; llegó el momento de que yo lo lleve a él”. A su vez, se le atribuyen a George Washington, primer presidente norteamericano...


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El profesor y escritor Tiago Augusto da Cunha registró la siguiente frase: “mi padre me llevó en sus brazos cuando yo era niño; llegó el momento de que yo lo lleve a él”. A su vez, se le atribuyen a George Washington, primer presidente norteamericano, estas palabras conmovedoras: “Mi madre fue la mujer más bella que conocí. Todo lo que soy, se lo debo a ella. Le atribuyo todos mis éxitos en esta vida a la enseñanza moral, intelectual y física que recibí de ella”.

Si usted, lector, tuviera que crear una frase que resuma ese sentimiento en relación a sus padres, ¿qué diría?

No sé lo que le diría, pero sé cómo deberíamos tratar a nuestros padres. Está escrito en Éxodo 20:12: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”.

La relación entre padres e hijos es universal; tal vez la única relación verdaderamente universal, porque no todos se casan y no todo llegan a ser padres. Pero todos somos hijos e hijas. Por eso el mandamiento es para los hijos y no para los padres.

Observe que el mandamiento no dice “obedece a tu padre y a tu madre”. El mandamiento dice “Honra a tu padre y a tu madre”. ¿Cuál es la diferencia entre obedecer y honrar a nuestros padres? Obedecer significa concordar en hacer algo, concordar en ser conducido, sin necesariamente respetar a la persona a la que estamos obedeciendo, sin necesariamente tener estima por ella. Un hijo puede obedecer a los padres sin tener consideración por ellos. Obedece por miedo, por presión, por obligación.

Honrar tiene un significado mucho más amplio: valorizar, considerar altamente, tener en gran estima, respetar. El mandamiento afirma “honra” – y no “obedece” – porque los hijos pueden obedecer sin honrar pero jamás pueden honrar sin obedecer.

Honrar a nuestros padres significa querer el bien de ellos, querer que se sientan bien y actuar para que se sientan bien. Honrar a nuestros padres significa escuchar sus consejos. Honrar a nuestros padres significa hablar bien de ellos. Significa buscar maneras de mostrarles nuestro aprecio, nuestro respeto, nuestra admiración, nuestro amor: ya sea mediante una carta, un correo electrónico, una tarjeta, un regalito, una llamada telefónica, un abrazo, un beso, una declaración de amor.

La honra a los padres cambia según la edad del hijo. Por eso, honrar a los padres no se refiere a un acto específico. Honrar a los padres se refiere más a la manera en la que nos relacionamos con ellos, nuestra actitud en relación a ellos.

Un niño de 6 años puede honrar a su padre cuando le toca suavemente la oreja o cuando se deja envolver por sus brazos fuertes; puede honrar a su madre cuando toma sus manos y cuando le da besos y abrazos todo el tiempo.

Una adolescente puede honrar a su padre cuando escucha con atención alguna orientación; puede honrar a su madre cuando no se dirige a ella como si fuera una persona cualquiera.
Un joven puede honrar a su padre llamándolo el día que cumple años, o mandándole una tarjeta de agradecimiento por las cosas y por el amor recibido. Una joven puede honrar a la madre ayudándola en las tareas domésticas o diciéndole: “Mami, recuéstate en mi falda. Descansa un poco, te haré algunos masajes; después seguimos trabajando”.

La verdad es que los hijos le cuestan muchas renuncias a los padres: renuncias de paseos, ropas nuevas que quisieran o pudieran comprarse; renuncia a zapatos nuevos, algunas horas de sueño de más; renuncias de visitas a restaurantes. Muchas veces los padres renuncian hasta al descanso personal para estar con los hijos.

En cambio, los padres suelen pedir poco: quieren que los hijos correspondan eligiendo buenos amigos, eligiendo un novio decente, eligiendo lugares decentes para visitar, eligiendo recreaciones sanas, estudiando con responsabilidad, administrando su vida de manera correcta. Los padres piden cuidado con las ropas que los hijos usan, responsabilidad en el trabajo y, sobre todo, los padres quieren que los hijos tengan una buena vida espiritual. ¡Eso es tan poco para quien ha dado tanto!

Llegó el momento de que ocurra una verdadera “conversión del corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:5). Llegó el momento de un arrepentimiento por parte de aquellos que han sido malos hijos. Llegó el momento de arreglar cuentas con el pasado.

Escribo sin miedo a equivocarme: nadie es plenamente feliz en cuanto no arregla las cuentas con sus padres. ¡Nadie! Algunos hijos pueden decir: “mis padres me perjudicaron; mi padre estuvo ausente, mi madre nunca me prestó atención, mi madre nunca me abrigó”. Es probable que algunos hijos tengan razón. Pero el tema aquí no es descubrir si los padres hicieron algo malo con los hijos. El tema es que los hijos deben perdonar a sus padres; deben arreglar las cuentas con el pasado y con Dios. Solo de esa manera tendrán un mejor presente y un futuro de paz.
¿Y usted? ¿Ha honrado a sus padres?

Adolfo Suárez

Adolfo Suárez

Escuchando la voz de Dios

Reflexiones sobre la teología y el don profético

Teólogo y educador, es el actual decano del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología (SALT) y Director del Espíritu de Profecía de la DSA. Máster y doctor en Ciencias Religiosas, con posdoctorado en Teología, es autor de varios libros y miembro de la Sociedad Teológica Adventista y de la Sociedad de Literatura Bíblica.