Dedique tiempo para oír su voz
El despertador suena… usted lo desconecta y piensa “me voy a quedar en la cama solo cinco minutitos más…” Se da vuelta, y algún tiempo después mira nuevamente el reloj y nota que no pasaron solo cinco minutos, ¡ya se fueron treinta! Usted da un salto...
El despertador suena… usted lo desconecta y piensa “me voy a quedar en la cama solo cinco minutitos más…” Se da vuelta, y algún tiempo después mira nuevamente el reloj y nota que no pasaron solo cinco minutos, ¡ya se fueron treinta! Usted da un salto en la cama y comienza su día corriendo. Corre al baño, se cepilla los dientes, se viste volando, corre a la cocina, toma unas galletas y las pone en su bolso o portafolio, llama a los niños, rápido todo el mundo, y cuando se dan cuenta están dentro del auto yendo a las actividades del día.
Deja a los niños en la escuela. El tránsito está lento, come las galletas por el camino y piensa en los millones de cosas que lo esperan en su escritorio. Al fin llega, da un rápido buen día a los colegas, y ya se sumerge en las mil y una actividades que tiene para resolver. El teléfono suena, los mensajes no paran de llegar por las redes sociales, los colegas piden favores, el jefe pide aquel informe, algunas cosas están bien, otras no; y cuando su estómago está pegado a la columna, llega la hora del almuerzo.
Comer rapidito es su especialidad, pues en una hora de intervalo necesita también resolver algunos asuntos externos. Traga la comida, habla alguna cosa sin importancia con quien está a su lado, y nuevamente “a la calle” para dar solución a algunos asuntos. Con cinco minutos de atraso está de regreso a la lucha.
Durante la tarde la rutina es la misma, teléfono, redes sociales, colegas y jefe. Parece que en el período de la tarde las horas pasan más lento, y usted ya está pensando en las actividades que tiene que realizar cuando salga del trabajo. A las seis de la tarde usted corre, busca a los niños que quedaron en la casa de un amigo, deja a los pequeños en casa, va al supermercado, pasa por la farmacia, compra unos energéticos, comenta con el farmacéutico sobre la vida agitada, y juntos llegan a la siguiente conclusión, “y, la vida es así mismo, igual para todos”.
Vuelve a casa, come alguna cosa, conversa durante unos diez minutos con la familia y sigue a su relax, al final, nadie es de hierro y todo el mundo merece tener su propio tiempo libre. Navega algunas “horas” en Internet, ve que ya es tarde y que ni siguiera tomó un baño. Bueno, todavía hay tiempo, corre, toma un baño, da un beso a cada hijo, cada uno en su propio cuarto, con sus propios electrónicos, y en seguida se desmorona en la cama. Casi se duerme cuando se acuerda de algo…
¿Será que finalmente se acordó de Dios? Estoy feliz, pues veo que usted lo recordó. Creo que ahora se levantará de la cama y escuchará un poco la voz del Padre celestial que nunca se olvida de usted. Creo que ahora leerá su Palabra, dedicará tiempo para estar con el Señor. Creo que recordó que necesita orar y hablar con él, entregar a su familia en las manos poderosas de Dios, conversar con él sobre su vida, sus problemas, sus alegrías y tristezas. Estoy feliz, pues creo que tuvo conciencia de que sin buscarlo, sin oírlo nunca podrá saber cuáles son los sueños que él tiene para su vida, para su familia. ¿Se acordó de eso?
Infelizmente, no. Continuando la escena veo que usted casi se duerme cuando se acuerda de algo… de ver si el despertador está activado para el día siguiente.