El pecado de la devoción
El tiempo pasa... Y continuamos hablando, y hablando, y hablando sobre el Reavivamiento y la Reforma. ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo va a terminar esto? Recientemente, aquí donde trabajo, el pastor Moisés Mattos predicó un sermón mostrándonos que mientras lo...
El tiempo pasa... Y continuamos hablando, y hablando, y hablando sobre el Reavivamiento y la Reforma. ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo va a terminar esto? Recientemente, aquí donde trabajo, el pastor Moisés Mattos predicó un sermón mostrándonos que mientras los seguidores de Cristo están preocupados por el tiempo en relación con Su venida, al Maestro le gustaría que los mismos se preocupasen por el reavivamiento para Su venida (Hechos 1:6-8). ¿No sabemos eso?
Lo recuerdo como si fuera hoy. Yo dirigía una combi blanca entre Monte Mor y Capivari (SP) y conmigo estaban dos colegas más. Discutíamos sobre el por qué de los sermones tan débiles espiritualmente. Fue cuando mi amigo Rodrigo Bertotti comentó: “¿No es solo intensificar la comunión a través de la oración, del estudio de la Biblia... en fin, de la devoción personal? Pero si solo es eso, ¿por qué no lo hacemos?” ¡Qué cosa!
Más de una década después, estuve en un evento de la Iglesia donde el teólogo Amim Rodor cuestionó exactamente sobre eso. Entendí de él que uno de los mayores problemas de nuestra campaña para el Reavivamiento y la Reforma es hacer tanta campaña al punto de no hacer lo que sabemos que debería ser hecho. Hace un mes que asistí a aquella conferencia, y eso todavía está martillando en mi mente. ¿Sería lo que otro teólogo, Márcio Costa, dijo en un encuentro que tuvimos esta semana en Porto Alegre sobre “el pecado de la devoción” refiriéndose a la irónica situación de los fariseos de perder la salvación al buscar la santidad? Responda usted.
Lo que sé es que quedo muy triste con los elogios que recibo de mis queridos oyentes del programa “Reavivados Por Su Palabra”. Reconozco el cariño de cada uno de estos amigos. Pero lo que me entristece es lo que comentan: “Me gustó mucho su programa”, “Usted habla bien”, “Escucho el programa todos los días”, etc. Todavía nunca comentaron: “Estoy haciendo la lectura bíblica del día”, “Estoy leyendo más la Biblia”, “Estoy buscando el reavivamiento”... Entonces, al recibir el elogio de aquella primera línea de comentarios, provoco la reacción a esta segunda categoría con preguntas del tipo: “Y usted, ¿ya hizo su lectura de hoy?”, “¿Está leyendo la Biblia buscando quedar realmente reavivado por la Palabra?”, “¿Está haciendo la lectura bíblica diaria, hermano?” La respuesta casi siempre es: “Eh... lo debo hacer”. Ya dijo todo. Pero así es. Si estuviese buscando realmente quedar reavivado no precisaría oír tal programa en la Radio Nuevo Tiempo.
Actitud
Si estuviésemos luchando verdaderamente por la reforma no precisaríamos de esta columna donde, ahora, usted está leyendo el presente texto. Pero aquí estamos. Hoy por la mañana me sentí fuertemente tentado a escribir este texto antes de haber hecho mi lectura bíblica, de haber estudiado la lección de la Escuela Sabática, de haber pasado tiempo en oración, de haber orado con mi esposa... Para mí, esta es la mayor de todas las tentaciones para todos los cristianos: no hacer la devoción personal. Si el diablo le hiciera caer en ésta, usted ya estará derribado para las demás. Buscar el reino de Dios en primer lugar es mucho más que un discurso. Es una disciplina de constante esfuerzo habitual. ¡Insustituible!
¿Vamos a buscar la verdad? Deje de imaginarse una persona “sofisticada” y reconozca que necesita decir “Padre Celestial”, dijo el pastor Marcos Bomfim a nuestro grupo de pastores estudiantes de maestría, cierta vez, allá en Bahía. Si es tan simple, deshaga la complicación. Deje las mil y una cosas, pensamientos, preocupaciones, planteamientos y pérdidas de tiempo y quédese con lo obvio, que es lo vital. Pase mucho tiempo en oración, abriendo el corazón a Dios como a un amigo. Levántese de orar solamente cuando tenga la certeza de que está salvo. Mantenga esta salvación a través de bastante lectura bíblica. Transmita esta salvación desde el culto familiar hasta la práctica intencional y activa del testimonio personal. No tiene para dónde correr. No hay que reinventar. ¡Es solo eso!
Pero eso es todo.