¿Usted merece que la violen por la forma en la que viste?
“Yo no merezco ser violada”. Esta es la frase más dicha por estos tiempos. Una investigación coordinada por el economista Daniel Cerqueira, del Instituto de Investigaciones económicas Aplicada (IPEA), causó un revuelo en las redes sociales, que termi...
“Yo no merezco ser violada”. Esta es la frase más dicha por estos tiempos. Una investigación coordinada por el economista Daniel Cerqueira, del Instituto de Investigaciones económicas Aplicada (IPEA), causó un revuelo en las redes sociales, que terminó generando protestas incluso en las calles. En esa investigación, el 61,5% de los entrevistados dijeron que las mujeres que usan ropas que muestran demasiado el cuerpo merecen ser atacadas, y el 58,5% afirmó que, si las mujeres se comportaran bien, habría menos violaciones. La explicación que los estudiosos y la sociedad dan a ese resultado es que la cultura machista ha impregnado Brasil. No creo que ese sea el motivo, ya que también hay muchas mujeres que cometen abusos sexuales, solo que elijen blancos más fáciles, como los niños.
Como periodista, tengo el hábito de comentar en mi Facebook sobre algunas noticias populares. Para este caso, ni consideré mis creencias religiosas, sino solamente mi visión como ciudadana común. Por eso escribí lo siguiente:
“Desde pequeños nos enseñan a no andar por las calles tarde a la noche. Todo eso para no ponernos en un terreno peligroso, que combina con la oscuridad y la gente malintencionada. ¿Publicar en Internet fotos de lo que hay en casa? ¡De ninguna manera! Eso podría atraer a algún bandido, decían nuestros profesores. Hoy, para mucha gente, ya se hizo costumbre esconder el celular y otros objetos electrónicos al andar por las ciudades con mayor índice de criminalidad. Esa es una forma más de protección y seguridad. ¡No! Nadie merece ser violada, así como nadie merece que lo roben, secuestren o asalten. Pero no podemos ignorar la pésima condición del mundo. El consejo continúa siendo el mismo: no expongas tanto lo que tienes de atractivo y precioso”.
Como era de esperarse, comenzó un gran debate en mi página. Mucha gente compartió mi pensamiento y estuvo de acuerdo conmigo. Sin embargo, claro, no todos estaban de acuerdo, y creyeron que yo estaba haciendo responsables a las mujeres de la violencia sexual. ¡Nada de eso! Creo que, al saber que soy religiosa y que trabajo directamente el tema de apariencia sexual para un público femenino, lo leyeron con prejuicios.
Casi nadie me cree, pero siempre me gustaron mucho los temas criminales. Claro que odio el crimen, pero me gusta estudiar la vida y la mente de los marginales. Ya he visto muchos documentales del género y entrevisté a varios criminales. Incluso ya escribí un libro-reportaje sobre eso. Al sumergirme en el tema, aprendí varias cosas: los actos criminales son obvios. El odio, los celos, la venganza y la pasión enfermiza pueden desencadenar en crímenes, así como también algunos trastornos mentales pueden ser la causa de varios de ellos. De repente, descubrimos que aquel hombre de familia es un psicópata o un pedófilo. ¿Y cómo podemos saber quién es peligroso? Es prácticamente imposible. En general, ese tipo de personas llevan una vida de máscaras. Por eso, todas las precauciones son pocas.
Algunas personas, al ver mi punto de vista sobre el tema de la investigación, me cuestionaron. Una de las buenas contribuciones que hicieron fue: “Hay tribus de indígenas que no usan ropas y los individuos no sufren de esos males (violaciones)”. Hace algunos días vi en un artículo que los sauditas culpan al rímel por el aumento del acoso sexual. Es allí que debemos diferenciar las costumbres de los principios; dos cosas muy distintas. Un principio es ley, la costumbre es interpretación.
Independientemente de la vida que usted lleve, tiene preceptos. Mucha gente, por ejemplo, aprecia la decencia y la discreción, incluso sin tener religión. Me parece súper interesante el hecho de que hay indios que andan desnudos en sus tribus y aun así no parecen vulgares, mientras que en nuestra vida urbana sería inadmisible salir de casa sin ropa. Un escote pronunciado ya genera miradas y comentarios maliciosos. Aquí en Brasil una mujer de pantalón ajustado o un hombre sin camisa ya logran que todos se den una vuelta de 180 grados para verlos. Ya vi muchas novias golpeando a sus novios cuando los sorprenden infraganti con toda esa curiosidad. En los países islámicos, la vestimenta ideal precia la decencia, pero de forma radical: velo o burka para las mujeres, y nada de ropas ajustadas y transparentes para los hombres. Aquí no necesitamos de tanta tela para tener el mismo principio. ¿Puede ver la diferencia? Aquí no podemos adherirnos a las costumbres tribales o sauditas, por ejemplo.
Nadie merece ser asaltado en el tránsito, pero todos están sujetos a pasar por esa experiencia. Para evitar eso, solemos andar en el auto con las ventanas cerradas. Sí, si el delincuente quiere, rompe el vidrio. Pero ¿para qué vamos a facilitarle el trabajo si sabemos que estamos rodeados de malas intenciones? ¿Debemos andar o no vestidos con ropas reveladoras? Eso va más allá de una opinión religiosa. No es cuestión de culpa, y sí de precaución.