Día del amor incomparable
El Día de la Madre es una fecha que llama mucho la atención, independientemente de la cultura o geografía. En Brasil se la conmemora el segundo domingo del mes de mayo, y siempre tiene una fuerte adhesión. Inclusive en el ámbito comercial es una de l...
El Día de la Madre es una fecha que llama mucho la atención, independientemente de la cultura o geografía. En Brasil se la conmemora el segundo domingo del mes de mayo, y siempre tiene una fuerte adhesión. Inclusive en el ámbito comercial es una de las fechas con un registro mayor de ventas en el comercio. Cuando se habla del origen de la fecha, algunos rescatan una posible celebración en la Grecia antigua. Pero prácticamente el consenso es que la fecha que hoy se tiene en varios países (mayo) viene de una resolución del presidente norteamericano Woodrow Wilson quien instituyó la primera celebración que se realizó el día 9 de mayo de 1914. Esa decisión se tomó por influencia y fuerza de Anna Jarvis quien, dos años después de la muerte de su madre (Ann María Reeves Jarvis), creó en memoria de su madre una campaña para que el día fuese reconocido. Es importante resaltar que su madre fue una activista, quien organizó mucho tiempo antes, en 1865, con las madres, los llamados días de amistad, a fin de mejorar las condiciones de los heridos en la terrible Guerra de Secesión que ocurrió en los Estados Unidos; y en la que murieron más de 600 personas.
Pero la historia reciente nos muestra un significado más amplio para el Día de la Madre. Leí en un periódico brasileño, una historia publicada en mayo de 2012 y que ilustra bien lo que significa ser madre. Habla de una psicóloga llamada Rosángela Fernandes, quien adoptó un niño que sufrió parálisis cerebral por los malos tratos de la madre biológica. El reportaje del periódico La Crítica, de Amazonas, de esa fecha y firmado por Israel Conte, afirma que en 2007 Rosángela trabajaba en un refugio, y allí conoció al niño llamado Izaquiel Fernandes, un niño que había sido arrojado varias veces contra una pared en un ataque de furia de la madre que lo trajo a luz. El reportaje trataba de la lucha de esa madre adoptiva para conseguir recursos para el tratamiento del hijo y su rehabilitación.
Frente a historias como esas es posible tener una idea de lo que realmente significa la persona que genera la vida. Es por eso que la Biblia compara el amor de Dios por el ser humano al amor de una madre. En la Biblia, en Isaías capítulo 49 y versículo 15 hay una pregunta, y el Señor responde: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti”. La misma actitud de una madre quien, muchas veces a pesar de ser adoptiva, no abandona y no se olvida de su hijo (aunque sea adoptado) es la que manifiesta Dios. Podemos llamar a eso amor incomparable, porque realmente no tiene paralelo en las relaciones humanas comunes.
Si miramos ejemplos de la Biblia veremos el ardor de madres que lucharon por sus hijos. Algunas lucharon con Dios, inclusive para poder generar los hijos como Sara o Ana. Otras dedicaron el hijo a Dios como la mujer de Manoa que colocó al fuerte Sansón bajo el cuidado de Dios.
Hay mucho más para dar ejemplos, pero lo más importante es comprender que al amor de una madre, que los hijos deben retribuir, inclusive por fuerza del mandamiento divino, lo supera el amor de Dios. Imagine entonces lo que representa ese amor mayor por nosotros.
Podemos pensar en el Día de las Madres como el Día del Amor Incomparable. Día cuando nos detenemos a reflexionar un poco sobre abnegación, donación, empatía, solidaridad y aprecio desinteresado. Cuántas madres no ganan absolutamente ninguna recompensa material o emocional, pero continúan orientando con cariño a sus hijos obstinados y que insisten en continuar equivocándose en los mismos puntos de siempre. Por el contrario, hasta pierden noches de sueño preocupadas por ellos, por los cuales mantienen total consideración.
Llevemos eso a nuestra relación con Dios y démosle una mayor dimensión. Dios tiene la capacidad increíble de perdonarnos, de aceptarnos nuevamente como seres recuperados y arrepentidos y nos da una nueva oportunidad a cambio de nada. Gratuitamente, desinteresadamente, sin pedir algo a cambio a no ser nuestra aceptación. ¿Hasta cuándo una madre lucha por un hijo? Hasta la muerte si es necesario en muchos casos. Y Dios hizo eso también. No rehusó ni a su propio Hijo para que muriera en nuestro favor.
Si ese amor no produce en nosotros una reacción impresionante, ¿qué más puede hacer? Que Dios bendiga a las madres, figuras que representan bien el gran interés de salvación de Dios por cada uno de nosotros.