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125 años publicando esperanza

Desde sus inicios en 1897, la Asociación Casa Editora Sudamericana ha centrado sus esfuerzos en producir material impreso con un mensaje de esperanza.


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Fachada de la Asociación Casa Editora Sudamericana en Buenos Aires, Argentina. (Foto: Archivos ACES)

En 1897, se imprimió en la ciudad de Buenos Aires el primer periódico adventista en Sudamérica: El faro. Este hecho marcó el inicio de la obra adventista de edición y publicación de material impreso en el territorio sudamericano.

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El mensaje adventista llegó a Sudamérica gracias a la difusión de literatura adventista publicada en otros países. A partir de 1885, algunos periódicos misioneros escritos en alemán, francés e inglés llegaron desde Europa, y dieron fruto en las primeras conversiones al adventismo del séptimo día en estas tierras. Sin embargo, ya para 1897, se necesitaba urgentemente un periódico en castellano a fin de dar a conocer la verdad en el grupo hispanohablante mayoritario en Sudamérica.

Primeras publicaciones

El faro (1897)

El 22 de julio de 1897, se publicó en Buenos Aires, Argentina, el primer número de una revista mensual de doce páginas, llamada El Faro.

En un principio, un miembro laico traducía artículos al español y un profesor universitario corregía los manuscritos; todo gratuitamente. La revista contenía escritos de Elena de White y artículos preparados por representantes de la iglesia en Sudamérica sobre temáticas bíblicas y de salud, como también espacios para preguntas y respuestas bíblicas.

El Faro fue un éxito desde el comienzo. Se vendía de casa en casa en Buenos Aires, se enviaba por correo y, una vez por semana, se enviaba a los miembros del gobierno nacional y a centenares de hombres de negocios. No transcurrió mucho tiempo para que El faro se leyera en Chile y Perú, además de los países del Río de la Plata. En 1905 se cambió el nombre de la revista El Faro por La Verdad Presente y las ventas se duplicaron. En 1907 la tirada mensual constaba de 12 mil ejemplares.

Primer número de la revista El Faro. (Foto: Archivos ACES)

Las señales de los tiempos (1900)

A mediados de 1899, se aceptó la propuesta de Granville H. Baber, presidente de la Iglesia Adventista en Chile, para publicar una revista misionera en su territorio. El primer número apareció en enero de 1900, con un total de ocho páginas grandes.

Revista Adventista (1901)

Con el fin de proveer información y noticias de la obra adventista, y también artículos de edificación espiritual, surgió en 1901 la Revista Adventista, en Chile.

Las primeras prensas

De este modo, tanto en Chile como en Argentina la obra de las publicaciones comenzó con un periódico misionero (El Faro y Las Señales de los Tiempos), y uno interno (la Carta mensual y la Revista Adventista).

Al principio, estas revistas se imprimían en talleres comerciales no adventistas. Luego, en julio de 1900, la iglesia en Chile compró una prensa manual. En 1904 se decidió que la Revista Adventista, publicada en Chile, fuera el órgano de difusión unificado para toda la Misión Sudamericana de habla hispana.

En la Argentina, se compró la prensa en marzo de 1905, y se la estableció en Entre Ríos, Argentina con el nombre de Imprenta La Verdad. En 1906 se trasladó la imprenta a Florida, en Buenos Aires. En 1908, se cambió el nombre a Imprenta Adventista del Plata. En 1910 se suspendió la publicación de La Verdad Presente y Las Señales de los Tiempos se convirtió en la revista misionera oficial de la Unión Sudamericana para el habla hispana. En 1913 se la renombró y se llamó El Atalaya; finalmente, en 1956, tomó el nombre de Vida Feliz.

El año 1910 marcó un hito importante de la editorial, con la traducción y la publicación del primer libro propiamente dicho, titulado El don de profecía en la iglesia evangélica, escrito por John N. Loughborough.

Unificación y consolidación

En el congreso de la Unión Sudamericana realizado en Camarero en 1910, se decidió unificar las dos imprentas de la Unión, cerrando la que estaba en Chile, y fortaleciendo la de Argentina. Algunos equipamientos fueron trasladados en barco, y otros se vendieron, para invertir el dinero en la imprenta de Florida. Para fin de año se había construido un nuevo edificio de 10 por 15 metros para la imprenta, aledaño al pequeño edificio ya existente en Florida. La edición de diciembre de la Revista Adventista destacó porque se pudo percibir un “contraste marcado entre las facilidades anteriores y las nuevas”.

En 1912 se cambió el nombre de Imprenta Adventista del Plata por el de Casa Editora Unión Sudamericana. Durante el resto de esa década la editora continuó creciendo, adquiriendo más y mejor maquinaria y equipamientos, y construyendo nuevas dependencias según las necesidades.

En casa propia

Hasta 1918, la institución había estado sirviendo a los cuatro países que en ese entonces conformaban la Unión Austral: Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Ahora se analizaba la posibilidad de extender ese territorio, para servir también a la Unión Incaica, que abarcaba Perú, Bolivia y Ecuador. Esta reorganización se aprobó en 1920, y la institución pasó a la supervisión de la División Sudamericana con el nombre de Casa Editora Sudamericana.

Ese mismo año, tres representantes de la Asociación General visitaron Sudamérica, y observaron que la propiedad de la Casa Editora no era lo suficientemente grande, por lo que en 1921 se adquirió un nuevo terreno cerca de la ubicación anterior. En 1925 se levantó el edificio principal y cuatro viviendas para los empleados. En octubre del mismo año, la planta se mudó a las nuevas instalaciones.

Consolidación

En 1951 la Casa Editora se constituyó como Asociación Civil y se aprobaron nuevos estatutos. Este hito marcó el inicio de una etapa de afianzamiento de los logros obtenidos y de una serie de mejoras y expansiones posteriores.

Por ejemplo, en 1951 se decidió participar por primera vez en la exposición llamada “Feria del Libro de Buenos Aires”. En la actualidad, la ACES sigue participando de este evento, que es referente cultural y editorial en Latinoamérica y en el mundo. Miles de personas se acercan cada año, y no solamente se llevan los libros y los materiales de la editora sino, especialmente, el mensaje de esperanza que contienen.

En 1964 se decidió abrir una sucursal de la ACES en Santiago de Chile, con el equipamiento mínimo de una prensa, una dobladora, una engrapadora y una guillotina. Ya entre 1973 y 1974 se remodeló y amplió el edificio del taller.

El incendio

El 23 de julio de 1974, a la madrugada, se inició un incendio en la Casa Editora, que quemó gran parte de las oficinas de la Redacción, las oficinas del departamento de Arte y la biblioteca. Hubo pérdidas irreparables en cuanto a colecciones fotográficas históricas, ilustraciones y, especialmente, la colección de libros y revistas publicados por la Editora desde sus mismos comienzos. Pero, más allá de todas las pérdidas materiales, la protección de Dios fue evidente: no hubo que lamentar ninguna víctima.

Oficinas de la ACES luego del incendio. (Foto: Archivos ACES)

En septiembre de 1974 se aprobaron los planos para la construcción de un nuevo sector para la Administración, la Redacción, la Biblioteca y el salón de cultos. El nuevo edificio se inauguró en abril de 1978.

Crisis y reorganización

En 1978 la Junta Directiva de la División Sudamericana evaluó la continuidad de la institución, dado que la inflación de ese año en Argentina fue del 160 %. Pero la misión no se detuvo. Un jefe de Ventas viajó por los países de Sudamérica impulsando la circulación de los libros y las revistas.

También comenzaron las exposiciones de la ACES en ciudades del interior de Argentina. Además, la ACES abrió sus puertas a la comunidad en lo que se denominó Casa Abierta, con la finalidad de permitir que conocieran mejor la institución y sus publicaciones, y se beneficiaran con precios promocionales. La primera vez fue el 10 de septiembre de 1978, y resultó un éxito, que se repitió, con distintas modalidades, casi todos los años desde entonces.

La reorganización llegó en 1980, cuando se aprobó un nuevo organigrama, con un Gerente General y cuatro gerentes de áreas: Administrativo, de Producción, de Distribución y de Redacción. Una característica compartida por los distintos administradores de turno fue su apoyo a la capacitación y el perfeccionamiento del  personal, beneficiando a los colaboradores con becas para realizar cursos, carreras de grado y posgrado en su área de trabajo.

En 1986 se construyó una importante ampliación de los talleres para el departamento de Encuadernación, en 1994 se construyó un depósito para bobinas de papel, entre 2005 y 2007 se construyó una nueva área para Logística y Expedición. Y, a partir de 2022 la editorial contará con múltiples oficinas nuevas, frente renovado y salón de cultos nuevo.

La misión continúa

Con vaivenes, crisis, fe y compromiso, hoy la ACES produce, edita e imprime las siguientes publicaciones periódicas: Revista Adventista; Conexión 2.0; Revista Mis Amigos; Ministerio Adventista; Revista del Ancianato; Vida Feliz; Revista de AFAM y El Colportor Evangelista.

Además, se producen libros de colportaje, salud y familia, del Espíritu de Profecía y teológicos, y las Guías de estudio de la Biblia, entre otros. La ACES es la única imprenta en la Argentina que imprime Biblias, y está al servicio de Sociedades Bíblicas Unidas. También se producen libros didácticos para todas las escuelas de habla hispana de Sudamérica.

Desde 2006, la ACES imprime millones de copias de libros misioneros. Un hito en este aspecto fue la impresión, en 2013, de 16 millones de ejemplares del libro La gran esperanza, una compilación de El conflicto de los siglos, de Elena de White.

Encuadernación del libro misionero La gran esperanza 2012 y 2013. (Foto: Archivos ACES)

Desde sus inicios en 1897, esta institución ha centrado sus esfuerzos en producir material impreso con un mensaje de Esperanza, proclamando el pronto regreso del Señor Jesús y esparciendo como hojas de otoño las páginas portadoras de buenas nuevas en cada rincón de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay, hasta que Cristo vuelva.


Resumen extraído del libro La fuerza de la palabra: La historia de la ACES