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Especialista aclara dudas sobre vacunas contra COVID-19

El médico Dorival Duarte explica algunos aspectos relacionados a la eficacia de las vacunas, las restricciones de vacunación y deshace mitos sobre el tema.


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Varias empresas ya desarrollaron vacunas que están siendo aplicadas en varias partes del mundo. Otras están en proceso de aprobación (Foto: Shutterstock).

La cantidad de información confirmada y no confirmada sobre la vacunación contra la COVID-19 es tan grande como las dudas con respecto al asunto. De acuerdo con la Universidad de Oxford, en Inglaterra, hasta el día 4 de febrero por lo menos 104.9 millones de dosis de vacunas contra la enfermedad habían sido aplicadas en todo el planeta. La COVID-19 oficialmente aún está creciendo en 44 países, y el virus es responsable por la muerte de 2.26 millones de personas alrededor del mundo.

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Ante un escenario de aprehensión e inseguridad, quien conversó con la Agencia Adventista Sudamericana de Noticias (ASN)  fue un especialista en el asunto. Se trata del médico Dorival Duarte de Lima, actual director clínico del Hospital Adventista de São Paulo . Estudió Medicina en la Universidad de Montemorelos (México), carrera revalidado por la Universidad Federal de Río de Janeiro. Es especialista en infectología y magíster en Ciencias, en la misma área, por la Universidad Federal de São Paulo.

¿Por qué la vacunación contra la COVID-19 es tan importante?

Porque, como en el caso de las demás enfermedades infecciosas, la inmunidad a través de la vacunación es la forma más objetiva para contener la presente pandemia. Y, también, porque las experiencias anteriores muestran un número incalculable de vidas salvadas por las 41 vacunas que, de forma aislada o conjunta, actúan contra 27 diferentes enfermedades infectocontagiosas.

Se habla mucho sobre la eficacia de las vacunas, pero, ¿qué es lo que realmente tenemos científicamente sobre las vacunas que están llegando a Brasil y demás países sudamericanos? ¿Qué está establecido con respecto a la eficacia de ellas?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció que el nivel de eficacia mínimo requerido para la aprobación de una vacuna debería estar por encima del 50%. Hoy contamos con vacunas con un elevado nivel de eficacia, como las vacunas genéticas que están disponibles en algunos países, con una eficacia extraordinariamente elevada, como un 95%, en el caso de la vacuna Pfizer/Bionthec. En Brasil, las dos vacunas que solicitaron su estudio para ser aprobadas evidenciaron, en el caso de la Coronavac, desarrollada por el laboratorio Sinovac/Instituto Butanan, una eficacia del 50.38%, y en el caso de la vacuna de la Universidad de Oxford-AstraZeneca/Fiocruz, del 82.4%.

La eficacia es la capacidad de la vacuna de prevenir posibles resultados de gravedad de la enfermedad, como internación, internación en la UCI o incluso la muerte. En el caso de la Coronavac, por ejemplo, fue 100% eficaz en prevenir manifestaciones de la enfermedad de forma moderada y grave. Y la eficacia general, o sea, de impedir la infección con cualquier tipo de manifestación clínica fue del 50.38%. Esto quiere decir que, incluso vacunada con esta vacuna si la persona llega a ser infectada, no debería progresar a las formas moderadas o graves de la infección que llevan a que la persona tenga que ser hospitalizada. Y eso es todo lo que el sistema público de salud quiere evitar: internaciones, ya sea de casos moderados o graves. La vacuna rusa Sputnik V, con una eficacia del 91.6%, está siendo aprobada para uso de emergencia en México y en países limítrofes a Brasil, como Bolivia, Paraguay, Venezuela y Argentina.

Después de la vacunación

¿Eliminará la vacunación la necesidad de cuidados posteriores como el uso de barbijos/mascarillas, y el hábito de usar alcohol en gel?

En primera instancia, no. Eso porque la eficacia de las vacunas no es del 100%, y serán necesarios varios meses para que toda la población de los países sea vacunada. Dejando de lado la COVID-19, es necesario considerar el impacto positivo de las medidas sanitarias para la reducción de varias infecciones virales respiratorias, como la influenza. Es el caso de acciones como el distanciamiento social, el uso de barbijos/mascarillas y la higienización frecuente de las manos con o sin el uso de alcohol en gel.

Desde el punto de vista médico, ¿existe alguna contraindicación o recomendación para algún tipo de público en cuanto a estas vacunas producidas para combatir la COVID-19?

La contraindicación formal para el uso de la vacuna es el hecho de que se presente una reacción alérgica grave, que le llamamos anafilaxia, a una dosis previa a la vacuna a administrar. O un registro previo de anafilaxia con el uso de otras vacunas. Las vacunas son administradas en lugares donde hay posibilidad de tratamiento inmediato de reacciones alérgicas graves. Las personas con cáncer pueden ser vacunadas. Como todavía no existen estudios conclusivos sobre la vacunación de niños y personas menores de dieciséis años de edad y en embarazadas, estos grupos deben evitar la vacunación. Incluso en el caso de las mujeres embarazadas, según orienta el colegio norteamericano de Ginecología y Obstetricia, si el riesgo de la persona fuese muy elevado, se considera que, incluso así, la embarazada podría ser vacunada.

Mitos

¿Qué mitos deben ser derrumbados sobre la vacunación y que no merecen que las personas se preocupen por ellos?

Las vacunas no se incorporan al ADN humano, por lo tanto, no harán que nadie se convierta en cocodrilo. Los movimientos anti vacunas las relacionan al autismo y a otras enfermedades degenerativas, como el Alzheimer y la enfermedad de Parkinson. Ya se han realizado estudios exhaustivos sobre estos asuntos por entidades serias, como la propia ONU (Organización de las Naciones Unidas), y no hay sustentabilidad para el vínculo causal entre las vacunas y estas enfermedades. Justamente, gracias a una vacuna, la viruela, una enfermedad grave en la historia de la humanidad, fue erradicada de la faz de la tierra. Y otras, como el sarampión, estuvieron muy cerca de ser erradicadas, pero el hecho de bajar la guardia con la vacuna contra el sarampión hizo que este resurgiera en varios países, incluido Brasil.