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Primera secretaria del Ministerio del Niño se jubila después de 40 años de trabajo

Además de actuar en la Educación Adventista, Izolina dedicó más de 20 años a este ministerio, como la primera secretaria del departamento para Brasil y, posteriormente, también para otros países de América del Sur.


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A la izquierda, un registro de los primeros días de trabajo en la sede sudamericana de la Iglesia Adventista. Y a la derecha, una fotografía de uno de los últimos días sirviendo en la institución. (Foto: Archivo personal).

 

La adolescente Izolina Lino necesitaba elegir una carrera. Soñaba con psicología o asistencia social. La primera opción fue descartada en seguida, porque no era una profesión muy aceptada por la comunidad religiosa de la época. Llegó a cursar la segunda opción por dos años en la Universidad Federal de Pernambuco, pero prefirió abandonar después de considerar que tendría dificultades en guardar el sábado si continuaba por ese camino.

Pensó bien, y con el propósito de ayudar en la Educación Adventista de la región, decidió cursar Pedagogía. Fue allí cuando los niños ganaron su corazón. No es casualidad que su vida profesional comenzó y ahora termina al lado de los pequeños.

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Aunque la educación no estuvo en los planes iniciales, esa fue su primera profesión, una experiencia que ella considera fundamental para toda su trayectoria profesional. Al inicio, dirigió las Escuelas Adventistas de Natal y Aracaju [norte de Brasil], pero poco tiempo después fue invitada a ser orientadora educativa de las escuelas de la antigua Misión Nordeste, sede administrativa de la Iglesia Adventista en la región.

Aceptó el desafío, pero lo hizo con recelos sobre el futuro. “Aun así asumí el nuevo cargo por cuatro años y las historias que me marcaron están en las visitas a las muchas escuelas. En cada una de ellas registré situaciones impresionantes e inolvidables”, cuenta.

Ruta alterada

De repente, Izolina sintió que necesitaba cambiar el rumbo de las cosas. Aunque no dudaba del llamado de Dios para servirlo, entendió que era momento de aceptar la invitación para trabajar en una gran aseguradora de salud. Para ella, el tiempo cuando estuvo en ese otro ambiente fue de mucho crecimiento, con muchas oportunidades para testificar de su fe, y de muchos recuerdos. “Recuerdo que, por varios meses, cada vez que volvía del trabajo, tomaba el ómnibus y todo el trayecto hasta mi casa lo hacía llorando porque extrañaba el ambiente cristiano y de los amigos que había dejado al salir del trabajo en la Iglesia Adventista”, destaca. Después de diez años, sintió que era hora de “volver a casa”.

De regreso a casa

Siempre con el sentimiento de que Dios guiaba (y todavía guía) su vida, en 1997 la pedagoga recibió la invitación para ser secretaria del Ministerio Personal y Escuela Sabática. Tres años después, se incorporó un ministerio exclusivo para los niños y adolescentes sudamericanos: el Ministerio del Niño. Entonces, ella también pasó a atenderlo, al comienzo en todo el territorio brasileño. Posteriormente, se incorporaron los siete países hispanos que forman parte de la División Sudamericana. “En el pasado, la preparación de materiales era una tarea desafiante y cansadora. Hoy, se desarrollaron técnicas que atraen al público destinatario de un modo impresionante, con materiales muy bien preparados, además de la asombrosa velocidad de su divulgación, alcanzando a personas y lugares antes inalcanzables”, celebra.

Otro desafío que recuerda Izolina es la creación de proyectos nuevos, que al principio pocas regiones se arriesgaban a hacer. “Hoy, impresiona cómo esas Uniones (sedes administrativas de la Iglesia) se atreven y acompañan en el desarrollo de nuevas ideas y demuestran alegría en compartir sus materiales con el resto de Sudamérica”, vibra.

A lo largo de los últimos 20 años tuvo incontables experiencias y testimonios vividos en el Ministerio del Niño. Al preguntarle si ya sintió el deseo de dejar las actividades, responde que la oficina en la División Sudamericana de la Iglesia es una extensión de su casa. “Trabajar en la División Sudamericana es como un buen matrimonio: cuanto más tiempo pasa, mejor es”, bromea.

Iglesia local

Además del trabajo formal con la Iglesia, Izolina desarrolló sus dones en el templo al que asiste. Siempre dedicada, lideró la Escuela Sabática, la recepción, el diaconado y la Acción Solidaria Adventista (ASA). “Me atrae bastante estar atenta a las necesidades de los niños de la iglesia o las visitas. Al verlos, trato de acercarme, de intentar descubrir lo que necesitan y de hacer que se sientan bien, para que vuelvan”, explica.

De aquí en adelante

Ahora jubilada, se mudará cerca de uno de los internados adventistas de Brasil con un objetivo claro: ayudar a estudiantes que necesitan no solo de dinero, sino tal vez, atención. “Mi lema es: recibir de quien tiene para dar a quien no tiene”, resalta. Además, pretende vender materiales religiosos y educativos para niños y adultos.

Izolina no logra tener una visión de jubilación formal, solo disfrutando de una hamaca, una piscina y agua de coco. Aunque se merece un escenario así después de 40 años de trabajo, ella entiende que ese no es todavía su lugar de descanso. “La cosecha está madura y los trabajadores son pocos. Quiero ser uno de ellos, por gratitud y amor a Dios que me creó y me mantiene con tantos privilegios para compartirlos”, concluye. Desde el comienzo hasta hoy, la acompaña el Salmo 46:10: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios”.