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Arqueólogo habla sobre influencia de la guerra en la historia bíblica

Rodrigo Silva evalúa, a partir de la perspectiva bíblica, el papel de la guerra en la formación de la humanidad.


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Rodrigo Silva es doctor en Teología bíblica, con un posgrado en Arqueología Bíblica. También posee un segundo doctorado en Arqueología Clásica por la USP. Es graduado en Teología y Filosofía y magíster en Teología histórica.

Rodrigo Silva es doctor en Teología bíblica, con un posgrado en Arqueología Bíblica. También posee un segundo doctorado en Arqueología Clásica por la USP. Es graduado en Teología y Filosofía y magíster en Teología histórica.

Sao Paulo, Brasil… [ASN] Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1942, el soldado adventista Desmond Doss (1919- 2006) fue convocado para luchar. Sin embargo, debido a sus principios adventistas, se rehusó a portar un arma o matar. Mientras sirvió al ejército, brindó atención médica a los soldados heridos.  En medio de su lucha diaria por permanecer fiel a Dios, Doss salvó a 75 personas, solo.  Hoy, es considerado un héroe de guerra y su historia fue contada en la película Hacksaw Ridge (Hasta el último hombre), dirigida por Mel Gibson. En contrapartida, el escenario en el que Doss vivió nos hace reflexionar sobre el papel de la guerra en la historia de la humanidad. Si por un lado fue la conciencia cristiana lo que lo motivó a rehusarse a quitar la vida de otra persona, por otro, muchos miran hacia la Biblia y no comprenden cómo el pueblo israelita participaba de conflictos y recibía la ayuda de Dios para vencerlos.  Para entender las principales cuestiones que orientan este asunto de acuerdo con la perspectiva bíblica y arqueológica, la Agencia Adventista Sudamericana de Noticias (ASN) conversó con el arqueólogo Rodrigo Silva.

Agencia Adventista Sudamericana de Noticias: Nuestro mundo está acostumbrado a pasar por guerras.  Pero ¿dónde y cuándo comenzó todo?

Rodrigo Silva: Interesante pregunta, porque, cuando analizamos los documentos más antiguos de la humanidad, descubrimos que todos, sin excepción, vinculan las guerras de la Tierra como continuación de otras batallas cósmicas, incluyendo seres celestiales, de las cuales las guerras de este mundo son apenas un reflejo o una extensión. Bíblicamente hablando, este concepto está bien, considerando que antes de todas las batallas de la Tierra hubo una “pelea en el cielo”, que es el gran conflicto entre las fuerzas del bien contra el mal. Lo que sucede aquí, es en muchos casos, la transferencia del conflicto para otro campo de batalla, como nuestro planeta.

ASN: ¿Cuál es la primera guerra que la historia relata?

Silva: Todas las primeras civilizaciones o imperios de la humanidad (sumerios, acadianos, asirios, egipcios y babilonios) utilizaron la guerra como base de su fundación.  El registro más antiguo de guerra que tenemos viene de Mesopotamia y habría ocurrido alrededor del 2.700 a.C. Fue una batalla entre Sumer y Elam. Prácticamente al mismo tiempo, otra batalla ocurría en Uruk, cuando su monarca salió a atacar pueblos vecinos para obtener madera de cedro para construir el templo de su dios. Pero mucho antes de eso, se hicieron dibujos pictográficos de ejércitos en batalla en el palacio de Kish, mostrando que el arte de la guerra era algo más antiguo que el relato que tenemos de ella.

ASN: Históricamente, ¿qué sucedía con las personas que se rehusaban a matar o trataban de huir de una guerra? ¿qué penalidades se aplicaban?

Silva: No recuerdo casos específicos, a no ser la prescripción del Código de Hamurabi, de 1.750 a.C., según el cual un desertor sería penado con pena de muerte.  Aunque la Biblia mencione casos de deserción (como los judíos que se entregaron al ejército babilonio en Jeremías 39:9), no da un ejemplo específico de pena de muerte u otro castigo aplicado a un desertor. Pero, curiosamente, es interesante notar que no siempre el acto de “deserción” es visto de manera negativa en la Santa Biblia. Según parece, el principio bíblico se pauta por la fidelidad a Dios y su justicia, y no por la política de un general o gobernante. Si alguien descubre que está sirviendo en un ejército motivado por la injusticia, tiene el derecho divino de desertar y hasta es elogiado por eso.

Pero, curiosamente, es interesante notar que no siempre el acto de “deserción” es visto de manera negativa en la Santa Biblia

ASN: ¿Cuáles son los ejemplos de hombres de la Biblia que priorizan la fidelidad a Dios?

Silva: Un ejemplo que me viene a la mente es el de Asa, que “reunió a todo Judá y Benjamín, y con ellos los forasteros de Efraín, de Manasés y de Simeón; porque muchos de Israel se habían pasado a él, viendo que Jehová su Dios estaba con él” (2 Crón. 15:9). Mientras el reino del norte iba de mal en peor, principalmente en inmoralidad y perversión, el reino del sur estaba volviéndose al Señor, bajo el reinado de Asa.  Si entendemos los cargos de Moisés y Pablo como funciones militares, antes del llamado de Dios, podemos deducir que ambos desertaron para servir al Señor. Uno del comando del ejército de Faraón y otro de las milicias del templo que perseguían el cristianismo. “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Heb. 11:24-27). Lo mismo se aplica a Pablo, quien al abandonar su guarnición camino a Damasco, testificó posteriormente: “no fui rebelde a la visión celestial” (Hech. 26:19).

ASN: Aproximadamente, ¿cuántas guerras se relatan en la Biblia? ¿Y de cuántas la arqueología encontró registros?

Silva: Sinceramente, me cuesta hablar hasta de un número aproximado. Son decenas y decenas de conflictos mencionados, especialmente en el Antiguo Testamento. En cuanto al registro arqueológico, sí, pues la violencia deja marcas indelebles. No es difícil, por ejemplo, encontrar en determinado extracto arqueológico restos de cenizas de una batalla mencionada en la Biblia, que incluyó la destrucción del lugar por medio del fuego. En mi casa tengo restos de cenizas originales que traje de la destrucción de Hazor, en Jericó. Además, tenemos cuadros asirios, preservados en el Museo Británico, que describen con detalles la conquista de ciudades como Laquis, mencionada en 2 Reyes 18:17 y Jeremías 34:7. Incluso hoy también es posible ver en Jerusalén un muladar de restos del templo destruido por los romanos en el año 70 d.C., conforme a la predicción de Cristo. Estos, claro está, son apenas algunos ejemplos.

ASN: ¿Cuáles le llamaron más la atención debido al número de muertos y participantes?

Silva: La que más me llama la atención, tal vez por tener más detalles que cualquier otra, es la destrucción de Jerusalén. Según el historiador Flavio Josefo, las madres comían a sus propios hijos; él fue testimonio ocular de esto. Vea su relato: “Ella (madre) entonces trató este asunto de lo más natural, y agarrando a su hijo, que era un bebé de pecho, dijo: ‘oh pobre niño, ¿para quién te preservaré en esta guerra, con esta hambre y en esta rebelión?’ Ni bien dijo esto, mató a su hijo, y entonces, lo cocinó, comió la mitad de él, y guardó la otra mitad, escondiéndola para sí” (Guerras, libro 6, capítulo 3, sección 4). Eso me lleva a un cuadro mayor de angustia de Jesús al prever: “Mas ¡ay de las que estén encinta, y de las que críen en aquellos días!” (Mat: 24:19).

ASN: Algunas guerras bíblicas fueron vencidas por el pueblo de Israel debido a acontecimientos no comunes: la caída del muro de Jericó, la prolongación de una noche, la influencia de los brazos levantados de Moisés. ¿Cómo corrobora la arqueología esos relatos?

Silva: Permítame decirle que el papel de la arqueología no es “comprobar milagros”. Un milagro es algo que pertenece a la esfera de la fe y es muy personal entre el individuo y Dios. Jamás puedo, con la pala de un arqueólogo, comprobar que Jesús nació de una virgen o que el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma.  No obstante, con el método arqueológico es posible percibir algunos “rastros” de milagros ocurridos en el pasado. En este caso específico de guerras, aunque aún haya una controversia en cuanto a la cronología de Jericó, los que la escavaron quedaron sorprendidos con algo que puede ser visto hasta el día de hoy: la ciudad fue destruida por una guerra que incluyó destrucción y fuego. El misterio, sin embargo, son sus muros derribados de adentro hacia fuera. ¿Cómo puede ser eso si el ejército enemigo y sus arietes estaban del otro lado? ¿Sería un indicio de que los muros caerían por intervención divina y no humana?

Otro ejemplo es el relato de 2 Reyes 19:35-36, donde se dice que una noche el ángel de Jehová hirió el campamento del ejército sirio y muchos murieron esa noche, y los que sobrevivieron fueron obligados a retirarse con su rey Senaquerib, quien luego de esto falleció mientras adoraba a sus dioses en Nínive. Esto ocurrió alrededor del siglo VIII a.C., cuando los asirios estaban a punto de destruir Jerusalén. Ahora pues, una tablilla cuneiforme escrita en el reinado de Asurbanipal, nieto de Senaquerib, confirma la muerte del rey exactamente como dice la Biblia y el historiador griego Herodoto, cuenta lo que seguramente sería el mismo episodio del ataque asirio revelando que en una noche, una multitud de ratas apareció de la nada y atacó a los soldados asirios, causándoles la derrota más espantosa que un ejército podría enfrentar. ¿Sería esa la acción del “ángel del Señor” descrita en 2 Reyes 19:35?

ASN: Actualmente, un grupo extremista esparce terror por el mundo usando una religión para legitimar la guerra. En la Edad Media, el mundo presenció las Cruzadas, consideradas una guerra santa.  El Antiguo Testamento relata guerras que involucran al pueblo de Israel, que también tenían fines religiosos. Por lo tanto, ¿una religión puede legitimar una guerra?

Silva: Las guerras de Israel no tenían fines religiosos. Dios nunca mandó exterminar un pueblo por causa de su religión. Los cananeos fueron combatidos por los israelitas, primeramente, porque las tierras que pertenecían a los judíos desde el período de Bronce (fueron legalmente adquiridas por Abraham, Isaac y Jacob) ahora estaban tomadas por invasores o tenían su vía de acceso bloqueada por alguna milicia como las de Jericó, Hazor y Hai que querían impedir que los hebreos entraran en la tierra que ya les pertenecía. Por eso, tuvieron que usar la guerra, lo que ciertamente estaba lejos de los ideales de Dios. Hoy, no podemos decir que somos favorables al conflicto armado, pero ¿qué otra forma hay si no esa para libertar de la tiranía del Estado Islámico a los miles de civiles que sufren bajo su régimen? Es lógico que la extensión de los conflictos en el tiempo bíblico haya tenido dimensiones mayores de las que debería haber tenido; y no toda guerra de los judíos fue necesariamente respaldada o deseada por Dios. Pero, el conflicto inicial de los hebreos fue una cuestión de sobrevivencia, y no de genocidio religioso, como piensan algunos. Vea que los profetas de Baal solo murieron ante Elías después que públicamente desafiaron al Dios de Israel, dentro del territorio israelita. Sin embargo, jamás hubo ninguna orden divina para que Israel ataque a Fenicia y destruya sus templos y objetos de culto.

ASN: Algunos defienden que el objetivo de la guerra es asegurar la paz. ¿Es posible que una guerra resulte en la paz absoluta? ¿Qué pueden decir la historia y la arqueología acerca de esto?

Silva: Ninguna guerra, armisticio o cualquier acción humana es capaz de traer paz absoluta. Esta es la humildad histórica que necesitamos tener. Aunque Dios nos convoque a trabajar por la paz y a construir el reino del Cielo ya aquí en este mundo, debemos entender que la concreción final del bien tiene una firma que solo Dios puede hacer. Nuestro papel es trabajar en la construcción del Reino, pero el acabado e inauguración pertenecen al Señor. Por otro lado, debemos entender que en la perspectiva bíblica, la paz (ellos le dicen Shalom) no se limita a aquella noción occidental de tranquilidad casi monótona. Shalom implica prosperidad, garra, determinación, salud, de modo que es perfectamente posible decir que Dios declara la guerra al mal para poder establecer la paz. Esta es la dinámica del gran conflicto y todos estamos involucrados en él. [Equipe ASN, Lucas Rocha, con la colaboración de Jhenifer Costa]