El sentido de propósito y misión lleva a mujeres a cambiar de estilo de vida
La vida cristiana y el ejercicio de la predicación del evangelio puede ocurrir de diferentes formas y en diferentes lugares.
La identidad de una mujer está directamente relacionada a cómo ella se ve en determinadas situaciones. Desde el punto de vista bíblico, significa ser creada a imagen y semejanza de Dios, con el propósito claro de propagar sus verdades y valores. Y fue ese el propósito que tuvo como resultado el cambio de vida de la psicóloga Valéria Sitta, quien dejó su cargo en la dirección de una multinacional para dedicarse integralmente a hablarles de Cristo a otras personas.
“Valéria, de tacos altos y maquillaje, aquella del mundo académico, continúa siendo la misma. Me gusta investigar, cuidar de mí, pero cambió una llavecita”, describe ella al contar sobre su vida antes y después de la decisión. “Todos los días, el Espíritu Santo cambia una llavecita en mi corazón, que es servir. Que no es solo para mí, sino para los demás”, ejemplifica.
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“La misión se vuelve un estilo de vida a partir del momento en el que uno comprende que el testificar es contar y pasar a otro lo que uno vive”, subraya la profesora Jeanete Lima, directora del Ministerio de la Mujer de la Iglesia Adventista del Séptimo Día para ocho países de Sudamérica. Para ella, eso ocurre a partir de la relación constante con Jesús.
Eso prueba ser cierto en la vida de Valéria. Antes con una casa cómoda en São Paulo, ahora en una vida nómade que se divide entre Fingerprint Ministry y Familias en Misión, dos iniciativas de carácter social y de evangelismo, ella viaja por el mundo para ayudar a las personas y servirlas.
“Las personas ven que uno está diferente, que ahora uno está lleno de algo mejor”, detalla Valéria, que pasó más de un año viviendo en una región remota de la India, donde se desempeñó en un proyecto que cuida de niños que fueron destituidos de la guarda de los padres, de los que algunos fueron víctimas de tráfico humano o son huérfanos. “La vida en misión es solitaria. La diferencia en la cultura, en el idioma, la falta de una red de apoyo hace todo mucho más difícil”, recuerda.
Pero hay algo que ella refuerza con frecuencia: “Yo no abandoné todo para ser misionera. Estoy aprovechando todo lo que él me dio para servir a otras personas a mi alrededor”. Ella garantiza que no era infeliz antes de esta elección, pero hoy su felicidad está completa porque es compartida.
Identidad y propósito
Sin embargo, la misión no ocurre solo en otro continente. Muchas mujeres pueden sentirse incapaces de asumir un papel efectivo como misioneras al imaginar que solo lo serán si hacen movimientos extremos. Pero Jeanete enfatiza la posibilidad de ejercer el ministerio, sea cual fuere.
Según ella, “la base para una vida plena y feliz es saber quién una es y el propósito para el cual una fue creada”. Este propósito es justamente dedicar la vida al trabajo misionero en cualquier esfera posible. No siempre existe la posibilidad de ir a otro continente, pero el vecindario y la comunidad local pueden ser suelo fértil para la predicación en sus diversas formas.
Anualmente, en junio, tiene lugar el Sábado Misionero de la Mujer, que las coloca al frente para conducir los cultos. En 2021, según los datos recolectados por el Ministerio de la Mujer, más de 10 mil mujeres sudamericanas estuvieron en los púlpitos en ese periodo. Ese año el proyecto ganó nuevas proporciones. Ellas fueron incentivadas a organizar acciones de servicio a la comunidad durante el 4 de junio.
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