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Sobreviven a Hiroshima y hablan de esperanza 70 años después de la tragedia

sobreviviente describe el día en que la bomba atómica cayó en Hiroshima.


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Mrs. Kino, left, and Mrs. Sako remembering the Aug. 6, 1945, atomic blast at Hiroshima in a 2005 interview. (Victor Hulbert)

Señora Kino, izquierda, y señora Sako recordando el 06 de agosto, 1945, la explosión de la bomba atómica, el año 2005 en entrevista. (Victor Hulbert)

Hiroshima, Japón…[ASN] Los pequeños faroles de papel flotan por el río en serena belleza. Durante un período de horas muchos miles pasan flotando. Es una experiencia conmovedora pararse en el crepúsculo, observando una escena tan pacífica, pero con el recuerdo del horror, la muerte y la destrucción.

El festival es Toro-nagashi, hacer flotar faroles de papel por el río Motoyasu en el centro de Hiroshima. Este año es especialmente grande. Los pocos Hibakusha, o sobrevivientes de la bomba atómica, que quedan se reúnen con decenas de miles de residentes locales, turistas y peregrinos para recordar a los muertos y orar por la paz.

Todavía es difícil de creer, aun 70 años después. El 6 de agosto de 1945 una sola bomba detonó a 1900 pies (580 metros) sobre el centro de Hiroshima, mató instantáneamente a 70.000 personas y en pocos meses había matado a otro tanto otra vez.

Sin embargo, hay esperanza para el futuro al volver a contar las historias del pasado.

Los adventistas hace tiempo que han tenido presencia en Hiroshima. Justo fuera de la zona central está una escuela bien respetada con una hermosa iglesia. Allí es donde me reuní con la señora Sako y la señora Kino, ambas Hibakusha.

La señora Kino tenía cerca de 30 años en agosto de 1945. Ella vivía a 2,5 millas (4 kilómetros) del epicentro de la explosión y evitó los efectos principales de la detonación.

Instruida en primeros auxilios, ella pasó el tiempo ayudando a aquellos cuyos cuerpos estaban chamuscados por el calor de la explosión, cuya piel se desprendía de sus brazos como ingredientes de la pizza sin cocinar, o cuyos cuerpos fueron perforados por vidrio roto. Su historia es una de las que no deja dormir de noche.

Sobreviviente habla de esperanza

Sin embargo, ella no la contó con un sentido de amargura. Ella habló de esperanza. Ella habló de cómo Dios protegió a la comunidad adventista del séptimo día para que ninguna vida se perdiera. Ella habló de la ayuda que ella y su familia adventista fueron capaces de proveer.

La señora Kino me dijo: “Yo sabía de la promesa de Dios en la Biblia de que aunque muchos cayeran yo sería salvada. De hecho, pienso que puedo sentir la promesa de eso cumplida para mí. Pienso que muchas cosas suceden en el mundo, pero pienso que lo más importante es simplemente olvidarse de pelear, pero si nos acercamos unos a otros, de la mano, y creemos en la paz, pienso que eso traerá un futuro brillante”.

La señora Sako no fue tan afortunada. Ella era una colegiala de 17 años llamada por el ejército para ayudar a demoler los edificios y hacer matafuegos en una ciudad construida principalmente con madera. Cuando el avión Enola Gay sobrevoló y lanzó su única bomba, ella solo estaba a una milla (1,5 kilómetros) del epicentro.

Ella me contó que vio un gran destello. Una mezcla de azul y naranja. Cómo fue arrojada por encima de una pared de 6,5 pies de altura (2 metros), donde cayó, enceguecida por la explosión, encajada entre la pared y un tanque de agua.

No podía decir cuántas horas yació allí, pero después de un tiempo su vista comenzó a volver. Ella salió arrastrándose a una escena de devastación absoluta. Todos los soldados y los hombres que estaban allí en el momento de la explosión habían desaparecido. Las casas estaban arrasadas. Simplemente no había nada.

La señora Sako sobrevivió por el amor de un padre que nunca perdió la esperanza en ella. Las clínicas de primeros auxilios se negaban a atenderla, diciéndole al padre que tenían que ayudar a aquellos que tenían alguna posibilidad de vivir. Ella sufrió durante semanas con dificultades para respirar, quemaduras graves en las partes expuestas de su cuerpo y heridas infestadas de gusanos y síndrome de radiación.

Ella dijo: “Desde entonces realmente no me gusta la guerra. Odio la guerra. De verdad no quiero que mis hijos vivan lo que yo viví. Trato realmente de hacer lo mejor posible para prevenir lo que sucedió”.

La señora Kino y la señora Sako son personas excepcionales. Con lo que tuvieron que pasar sería comprensible si se sintieran heridas y amargadas en sus corazones. En cambio, ellas albergan perdón.

La señora Sako se casó cuando tenía 21 años. A pesar del riesgo de mutaciones o deformidades, ella tuvo un hijo. Él fue perfecto, pero su nacimiento hizo que ella comenzara a pensar en la religión. Se dio cuenta de que necesitaba algo en su vida, una explicación de lo que había sucedido.

Ella buscó varias religiones, comenzando con sus raíces tradicionales budistas y sintoístas, pero también buscó varias iglesias cristianas. Al final, recibió una invitación a una reunión evangelizadora adventista. Fue en esas reuniones que, dice ella: “Encontré lo que no cambia. Todo a mi alrededor puede cambiar, pero creo en un Dios que no cambia”.

Eso marcó la diferencia para ella y se convirtió en una luz principal en la Iglesia Adventista de Hiroshima.

Dijo: “La primera vez que fui a la iglesia después de la serie de evangelismo, el tema era Génesis. Me enamoré de la historia del Génesis, de la creación, y especialmente de la idea de que somos especiales. Que somos [hechos] a imagen de Dios. Eso hace que toda la gente sea especial para mí. Eso me anima. Realmente aprecio que Dios es mi amigo y que la iglesia es un apoyo”. [Equipo ASN, Victor Hulbert/ Adventist Review]

Vea y escuche el testimonio de sobrevivientes de Hiroshima en la parte inferior.