Noticias Adventistas

Biblia

Las fiestas de Israel y su significado para nosotros

El calendario bíblico, con sus tiempos sagrados para las fiestas de Israel, tiene un significado importante que ayuda en nuestro desarrollo espiritual hoy.


  • Compartir:

Los festivales religiosos, del antiguo Israel, todavía hablan mucho de nuestra realidad espiritual hoy. (Foto: Shutterstock)

El calendario bíblico establece algunos tiempos sagrados en los cuales el pueblo de Israel debería reunirse para recordar, descansar y celebrar. Aunque los textos fundacionales de estos tiempos sagrados estén esparcidos por el Pentateuco, son sistematizados en Levítico 23. Números 28 y 29, a su vez, ponen en norma los rituales y las ofrendas a presentar en esos días.

La incorrecta comprensión de estos tiempos sagrados y de sus significados ha llevado  a dos extremos fácilmente detectables en la historia de la iglesia cristiana, en general, y en la Iglesia Adventista en particular. El primer extremo es el de la subvaloración, según el cual las fiestas bíblicas son solo fiestas judías, sábados ceremoniales, pegados a la cruz y sin valor alguno fuera de la nación de Israel en los tiempos de la Biblia hebraica.

Lea también:

El segundo es el de la sobrevaloración y convierte las festividades bíblicas en norma salvífica, de obligatoriedad para todos los cristianos, cuyo restablecimiento es incluso visto como parte de la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Por lo tanto, comprender el contexto de estos tiempos sagrados, llamados chaguim (léase rraguim) y sus significados es de fundamental importancia para cada uno de nosotros. Y no solo teológicamente, sino también bajo el punto de vista de la misión. Sin embargo, antes de hablar sobre cada una de ellas, es necesario entender, de manera general, el concepto de tiempo y de tiempo sagrado en las Escrituras.

Tiempo

Los egipcios pensaron poco sobre el tiempo en términos conceptuales. No les preocupaban las nociones como el pasado, el presente y el futuro. Todo lo que ellos vivían en su dependencia del Nilo estaba relacionado con el recurrente ciclo de la vida.

Ya los antiguos pensadores griegos, dentro del mismo modelo de observación natural, veían el tiempo como una realidad circular, en la cual todos los eventos volvían de manera repetitiva y eterna, una concepción que se encuentra también en los hindúes.

La concepción bíblica, por el contrario, es de una historia y tiempo que poseen un inicio y que se mueven en dirección hacia un fin, en el cual los eventos no vuelven.  Lo que ocurrió en el pasado, quedó en el pasado, y no vuelve en el presente o el futuro. Paradójicamente, Dios no solo incentiva, sino que también quiere que los eventos del pasado sean revividos una y otra vez. ¿Cómo se resuelve esta paradoja? Por medio de una concepción no linear, pero tampoco cíclica del tiempo.

La concepción en espiral es justamente en la cual no son los eventos en sí los que vuelven, sino su tiempo y recuerdo. Eso nos permite vivir sus significados, mientras que nos mantienen en un espiral ascendente, en dirección a la meta establecida por Dios: el reino futuro. Y esto se da por los tiempos sagrados, por las festividades.

Israel poseía 8 grandes tiempos sagrados: el sábado, la Pascua, los Panes sin Levadura, las Primicias, Semana Santa o Pentecostés, Trompetas, el Día de la Expiación y las Cabañas. Las siguientes líneas son un resumen de su contexto y significado.

El sábado

 El primero de los tiempos sagrados de las Escrituras es el sábado o shabbat. Su origen se remonta no a un acto liberador de Dios, sino al acto originador de toda la vida y de los otros tiempos sagrados: la creación. Es en Génesis 2, y no en Éxodo 20, donde la noción del tiempo sagrado aparece por primera vez. Y no en el hombre, sino en Dios. Por eso, el sábado es el mayor de los tiempos sagrados de las Escrituras, lo que sirve como modelo para todos los demás.

Pascua

El próximo tiempo sagrado del calendario conmemora la liberación de Egipto, el acto libertador más importante de la historia de Israel. Es la conmemoración de la noche en la que el ángel destructor “pasó” por sobre las casas de Israel y preservó a los primogénitos, al contemplar la sangre del sustituto en los umbrales. Su establecimiento, en Éxodo 12, comienza con la determinación de que aquel sería “…el primero de los meses del año”, lo que indica que la vida pasada sería olvidada, porque no existía más.

El cordero que murió y la nueva vida deben ser vistos juntos en esa fiesta, porque la vida de cada uno brotó de la muerte de aquel cordero. De igual manera, la muerte del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:28) es lo que permite el “paso” de la muerte por sobre nosotros y la nueva vida que podemos tener, comenzando un nuevo ciclo de vida EN ÉL.

Panes sin levadura

La fiesta de la Pascua se extendía por ocho días (Lev. 23:6), durante los cuales solo se podían comer panes sin levadura. El objetivo era recordar la rápida salida de Egipto, cuando no tuvieron tiempo para permitir el crecimiento de la masa. No comer fermento simbolizaba no parar para esperar que el lugar actual les diera algo. Egipto, el mundo, el mal y el pecado no tienen nada para ofrecer y solo impiden el rápido cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo.

Las primicias

El día después del sábado de la Pascua era el día para presentar los primeros frutos de la tierra, según Levítico 23:10. Era un tiempo de agradecimiento por la provisión divina que daba pan a su tiempo, mientras que servía de garantía de una cosecha abundante. Era el resultado de las lluvias tardías que maduraban el grano. El apóstol Pablo, en 1 Corintios 15:21-24, utiliza una figura retirada de esa festividad para presentar la resurrección de Cristo como garantía de la resurrección de los que creen en él.

Semanas

En el mismo día en el que se presentan las primicias, de acuerdo con Levítico 23:15, se iniciaba el conteo de siete semanas enteras. Aunque las actividades diarias se mantenían, se les agregaba un conteo con expectativa, llamado sefirat haomer.

Ese intervalo, en el cual la cosecha era terminada, unía la salida de Egipto a una nueva fiesta, o tiempo sagrado, al final, llamado Shavuot. El evento conmemorado es, también, la liberación de Egipto, y el tiempo de expectativa y entrega del destino al eterno. Por otro lado, es también, de acuerdo con pensadores judíos, el período que culmina con la entrega de la Ley en el Sinaí. Si esto es verdad, hay una relación especial con lo dicho por Jesús en su diálogo con los discípulos sobre el Espíritu Santo, en Juan 14-15: la Ley es la instrucción divina (Deuteronomio 30-32) y el Espíritu Santo es el instructor (Juan 14:15).

La Fiesta de las Trompetas

Después de un período sin fiestas, llegamos a la Fiesta de las Trompetas, descrita en Levítico 23:24-25. El objetivo de esta festividad parece ser solo apuntar al futuro. Pero se la llama memorial, anunciado al son de trompetas o shofar. La primera mención del shofar en las Escrituras es en el Sinaí (Éxodo 19:16), en el contexto de revelación divina y de la ley. Su sonido repetido al comienzo del séptimo mes tenía como objetivo traer a la memoria las obligaciones religiosas de Israel, su compromiso con la alianza y recordar que todo eso era llevado a juicio aquel día.

Día de la Expiación

El Día de la Expiación era, de las grandes fiestas, la más importante, ya que se trataba sobre el perdón (Levítico 23:26-32). Curiosamente, el día en sí, no era día de juicio. Era un día de purificación del campamento, del santuario y del pueblo, según Levítico 16. Solo ese día poseía un ritual plenamente elaborado con detalles que buscaban impactar al pueblo con la certeza de que Dios los estaba perdonando. Al mismo tiempo que los juzgaba, no solo por sus actos del año, sino por sus intenciones. En este día, todo pecado de Israel era retirado de la presencia de Dios y su existencia era destruida.

Durante el año, el ofrendante veía el pecado retirado de su vida y transferido al santuario. Pero, aquel día, el pecado era retirado del Santuario y del campamento para ser eliminado. El ritual elaborado, descrito en Levítico 16 y en la literatura posterior, tenía la intención de impresionar la mente con la profundidad de la misericordia de Dios y su perdón. Y en eso reside su mayor y más profundo significado: el juicio de Dios, anunciado con trompetas al comienzo del mes. No resultaba en muerte, sino en perdón, porque “ninguna condenación hay para los que están” en el Mesías.

Cabañas

Finalizando el año litúrgico, la fiesta de las cabañas (Levítico 23:34 y los siguientes) iniciaba en el día quince del séptimo mes, y celebraba el tiempo que Israel pasó en el desierto. El objetivo era recordar que la Tierra en que habitaban era herencia del Eterno y que su derecho de habitar allí fue dado por Dios y no por derecho natural.

Por eso, deberían salir de sus habitaciones y vivir por siete días en cabañas, como los antepasados. Hay un puente de esta fiesta con el milenio, en el cual los santos vivirán fuera de su tierra por un período temporario. El objetivo del milenio no es el turismo celestial, sino recordarnos que la tierra pertenece al Eterno y nos será dada por herencia, por sus méritos y su gracia.

Conclusión

Cada festividad de Levítico 23 posee características propias, pero todas comparten dos aspectos esenciales: 1. No son de Israel. Son de Dios. Son tiempos de recordar las acciones divinas en favor de su pueblo, Israel; 2. Apuntan al futuro, más allá de ellas mismas, declaran en su propia conformación, que poseen una realidad mayor: el Mesías y su obra.

En este binomio entre memoria y expectativa, podemos encontrar una respuesta a nuestra pregunta en cuanto a la importancia de las fiestas y su relación con nosotros. Siguen siendo eventos conmemorativos de la acción para liberar a su pueblo, por medio del cual el Mesías vino a este mundo y su Palabra llegó a nosotros.

Por eso, son relevantes en el aprendizaje de un Dios que se relaciona, libera y conduce. A pesar de eso, estas festividades no poseen obligatoriedad salvífica ni deben ser tomadas como medida de la relación con Dios, dado que la realidad que tipificaba llegó y es esa realidad la que debe ser la medida.


Sérgio Monteiro es teólogo, capellán y miembro del Instituto de Estudios Judíos Feodor Meyer, miembro de la Sociedad Adventista de Teología, la Asociación Internacional para Estudios del Antiguo Testamento y la Asociación de Biblistas Brasileiros.