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Una Iglesia contra el hambre en un futuro pos-pandemia

Cómo el pueblo de Dios puede hacer la diferencia en un mundo hambriento, no solo espiritualmente


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La pandemia agravó aún más el escenario de inseguridad alimentaria en el mundo, haciendo más necesarias las acciones de combate al hambre (Foto: Shutterstock)

El hambre es la expresión biológica de males sociológicos, enseñó el médico y geógrafo de Recife, Josué de Castro, autor de libros que deben hacerse conocidos, como “Geografia da Fome” [Geografía del hambre], por ejemplo. Eso es aún más necesario dado el contexto actual, en el que estamos ante los desafíos de un futuro pos-pandemia. Con la pandemia de COVID-19, los males sociológicos que resultan en hambre transforman esta realidad de desnutrición e inseguridad alimentaria en uno de los grandes problemas globales, en la medida en que el mundo va coexistiendo con el virus y reduciendo su impacto.

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El informe “El estado de la seguridad alimentaria y nutricional del mundo”, presentado en julio de este año por la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y Agricultura (FAO), muestra el tamaño del problema. En 2020, más de 2.3 mil millones de personas no tuvieron acceso a una alimentación adecuada durante el año entero. Esto representa cerca del 30% de la población global. Los niños son las principales víctimas, inclusive recién nacidos o con poco tiempo de vida. Son casi 150 millones de menores de 5 años sin tener qué comer. Uno de los motivos: casi un tercio de las mujeres en edad reproductiva sufre de anemia.

Los datos exigen reflexión y acción. Las organizaciones en el mundo entero se movilizan para poner comida sobre la mesa lo más rápido posible.

La misión del pueblo de Dios

Las iglesias también se destacaron en la movilización global. La Christian Aid, iniciativa mundial que involucra iglesias y organizaciones, quiere alimentar a más de 41 millones de personas, en 43 países, que están al borde del hambre. La Global Hunger Relief, iniciativa multinacional bautista, va en la misma dirección.

¿Y los adventistas del séptimo día? La Iglesia hizo un esfuerzo para apoyar a millones de personas en situación de vulnerabilidad en Sudamérica, durante la pandemia. El trabajo continúa incansablemente. Involucra instituciones que se unen para integrar la beneficencia social al evangelismo. Eso fue visto en diversas campañas solidarias realizadas por comunidades adventistas, e incluso iniciativas individuales de los miembros, muchas de ellas informadas aquí mismo, en este portal de noticias.

Son esfuerzos que necesitan ser mencionados y reconocidos, y que señalan hacia una visión extraordinaria para la Iglesia: si hay intencionalidad en la acción en favor de la seguridad alimentaria, de aprovechar los alimentos y la nutrición saludable, en este futuro pos-pandemia, el papel de los adventistas va a permitir que la Iglesia amplíe el alcance de su consistencia misionera en las comunidades.

Un programa que serviría como inspiración es el Nourish the future [Nutrir el futuro], una acción que responde especialmente a los desafíos de la nutrición infantil. El pilar esencial del cambio que tiene que ver con mejorar la nutrición por medio de los sistemas de salud, con la ayuda de la Universidad John Hopkins. La institución de enseñanza identificó cuatro intervenciones posibles en los sistemas de salud que serían esenciales para los primeros mil días en la vida de un niño.

Eso incluye proporcionar un kit especial de 15 vitaminas y minerales prenatales para mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad, incentivar, capacitar y apoyar a las madres para que amamanten exclusivamente durante los primeros seis meses, ofrecer vitamina A de bajo costo dos veces por año, para niños de seis a 59 meses, para minimizar los riesgos de ceguera y mortalidad; y proporcionar comida nutricional densa para niños en estado avanzado de desnutrición.

Para explorar ideas así, la Iglesia necesitaría involucrar de forma más estratégica a voluntarios de las áreas de salud y nutrición en torna a Acción Solidaria Adventista (ASA), fortaleciendo el departamento y permitiéndole tener autonomía para perfeccionar iniciativas de seguridad alimentaria desarrolladas por los adventistas, como Más Amor en Navidad. Para el mundo vulnerable de la pos-pandemia, mapear a las comunidades más frágiles en torno de los templos, establecer contacto con los gobiernos, universidades, escuelas y los medios, conversar con consejos locales de seguridad alimentaria y de niños y ampliar la cantidad de voluntarios en torno del proyecto, que podría durar todo el año, dando la chance de ir más allá de la entrega de cestas básicas, que es fundamental como acción de emergencia, para planificar el acogimiento y la capacitación de mujeres y familias con el objetivo de superar la fragilidad alimentaria y nutricional.

Es posible hacer la diferencia

Particularmente, creo que la Iglesia puede ser un agente importante en la respuesta a este problema. Lo creo porque esta está organizada y tiene capacidad de movilización. Con un plan intencional y estratégico, capaz de generar esta participación, el resultado sería, sin duda, satisfactorio. Lo creo porque me inspira la visión de Elena de White al respecto, al afirmar que la verdadera caridad ayuda a las personas a tener autonomía.

Ella escribió: “Si llega alguien a nuestra puerta y nos pide de comer, no debemos despedirlo hambriento; su pobreza puede ser resultado del infortunio. Pero la verdadera beneficencia es algo más que mera limosna. Entraña también verdadero interés por el bienestar de los demás” (El ministerio de curación, p. 147). Un llamado, por lo tanto, a acciones más consistentes, duraderas e intencionales.

Por último, lo creo porque aprendí que la misión se combina con compasión, resultado de la reflexión a partir de uno de los mayores teólogos protestantes de la historia, el pastor John Stott, analista relevante del cristianismo y su impacto en la cultura. Para él, al buscar ganar otras personas para Cristo, el objetivo debería ser hacerlas semejantes a nosotros, siempre que cada uno de nosotros nos hiciéramos semejantes a Cristo. Eso resultaría en un impacto directo en las acciones misioneras. “Si ellas quieren hacerse uno de nosotros en convicción y experiencia cristianas, debemos primero hacernos uno de ellos en compasión cristiana”, concluyó. La compasión abriendo camino para la misión. Parece un camino extraordinario para el futuro del evangelismo pos-pandemia.

Heron Santana

Heron Santana

Iglesia Relevante

Estudios y acciones innovadoras que promueven cambios sociales y ayudan a la Iglesia a ampliar su relación e interacción con la sociedad

Periodista, trabajó en la Radio CBN Recife y en la sucursal del Jornal do Commercio, en Brasil. Fue director de la radio Novo Tempo de Nova Odessa, en el interior de Sao Paulo, y hoy está al frente del departamento de Comunicación de la Iglesia Adventista para los estados de Bahía y Sergipe, Nordeste de Brasil.