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La iglesia, el ministerio y los creyentes: una empresa espiritual - 1

El ministerio no funciona con los mismos objetivos de una empresa. Existe para salvar.


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iglesia-ministerio-creyentesLa Iglesia Adventista del Séptimo Día no es una empresa, y nunca lo será. Esa fue la frase que dijo alguien de posición y responsabilidad. De hecho, no lo es. En una iglesia se conjugan algunos verbos y se usan sustantivos por absoluta necesidad organizativa, aunque hasta incluso el uso de esa expresión (necesidad organizativa) suene un tanto inadecuado. Una iglesia “administra” programas espirituales y evangelizadores. Una iglesia “genera” recursos humanos y financieros. Una iglesia mantiene una estructura “organizada por departamentos” para el buen funcionamiento de los “frentes de trabajo”. Una iglesia “contabiliza” resultados cuantitativos y cualitativos en términos de personal y recursos materiales. Una iglesia, sobre todo, tiene “blancos”.

Pero con el debido permiso, repetimos: la iglesia no es una empresa. Especialmente por un detalle: la iglesia es una agencia ganadora de almas y no una agencia gestora de fondos de inversiones financieras cuyo objetivo es el lucro material. Las herramientas importadas del “mundo” exterior sirven solo como objetivo, y ese pasa lejos de la lógica secular, sea ella personal, social, política o económica.

Sucede que generar intereses espirituales dentro de una estructura administrativa secular ha demostrado una ecuación todavía distante de un resultado satisfactorio. Las empresas tienen normas, directrices y cartillas a seguir. Pasos que, si son dados dentro de un cronograma, tienden a llevar a buen término. Las iglesias también. En las empresas, el buen resultado es el lucro. En las iglesias, el buen resultado es la salvación de las personas y su ingreso a ellas como pasaporte para el Reino.

Cada nueva persona asimilada es una más que será aprovechada en el engranaje de la estructura que mantiene a la iglesia en funcionamiento y actuando activamente junto a su público destinatario: los “perdidos”. Eso porque el ingreso es prácticamente una intimación para una función en el Reino. En el lenguaje espiritual: discipular. En el lenguaje de la política de gestión de Recursos Humanos: formar.

En este proceso se acumulan errores y aciertos. En la lógica empresarial, los errores y aciertos implican consecuencias en los ámbitos financiero y personal. Si ocurren errores, el resultado en la esfera financiera es el perjuicio, déficit, balance negativo, pasivo financiero. Si ocurren errores en la esfera personal, la consecuencia infelizmente puede llegar a la demisión. En la estructura eclesiástica, los errores que se acumulan también generan pérdidas financieras y personales. Sin embargo, en esa dimensión de la vida, las pérdidas son especialmente en un tercer nivel: el espiritual.

La salud de una empresa se demuestra por el compromiso personal de sus colaboradores, que es directamente proporcional al resultado financiero positivo que alcanza. ¿Y la salud de una empresa espiritual? Bueno, esta también está diagnosticada por el mismo grado de compromiso de sus fieles. Y su compromiso refleja directamente, de la misma forma, su resultado financiero. Los miembros comprometidos con la causa espiritual de una iglesia son donantes sistemáticos en la forma de diezmos y ofrendas.

Pero, si en el afán de aumentar el número de colaboradores, miembros o discípulos, sea cual fuera el nombre que se le quiera dar, la empresa espiritual atropella su cartilla en nombre del resultado personal y material, inevitablemente la salud de la iglesia quedará comprometida. ¿No será por esa razón que la empresa espiritual ha enfrentado su mayor desafío en la actualidad? ¿Si se siguiera toda la cartilla el resultado no sería exacto? ¿Los colaboradores preparados, capacitados, comprometidos y fieles a un modelo no resultarían, en la razón directamente proporcional, en un crecimiento en calidad y cantidad? Sí. Ese es el modelo ideal en una situación ideal. Sucede que, desde que se registró el capítulo bíblico de Génesis 3, el ser humano y la empresa espiritual ya no viven el equilibrio de esa ecuación. El modelo continúa con el ideal. ¡Y Cristo lo comprobó! Pero la situación sigue cada vez más lejos del ideal… Además, es cierto que Cristo fue el único capaz de solucionar una ecuación irreconciliable: un modelo ideal aplicado a un mundo malo y desigual. Aun así, pagó con la muerte. Solo la muerte de Dios, en la persona de Cristo serviría para reconciliar el modelo y la situación. Y él era Dios. Pero fue el mismo Cristo que nos aseguró que su éxito nos permitiría alcanzar el mismo resultado. Con su modelo de empresa espiritual podríamos alcanzar un resultado final positivo. El próximo mes siguen los argumentos en vista a definir el alcance de los límites de esa empresa espiritual.

 

Carlos Nunes

Carlos Nunes

Ética Práctica

Temas relacionados con la ética bajo el punto de vista Cristiano y los dilemas que enfrentan las personas en la vida cotidiana.

Carlos Henrique Nunes está casado con Jane Nunes y es padre de Gabriel. Es egresado de la carrera de Teología, pastor distrital en la ASR. Es periodista profesional, graduado de la Unisinos, hace 19 años. Es periodista de los periódicos Diario Gaúcho y Zero Hora. También se desempeña como profesor universitario en la carrera de Periodismo en Unasp-EC.