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Jesús le devuelve la vida al hijo de la viuda de Naín

En el tiempo de Jesús ninguna legislación garantizaba la manutención para las viudas y no había fondos de pensión.


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Jesús era extremadamente competente en el arte de entender a las personas, cualquier persona. El relato de Lucas 7:11-17  es una prueba de esto.

Ser viuda en los tiempos de Jesucristo no era buen negocio. Ninguna legislación garantizaba el sustento para las viudas; no había fondos de pensión. Como ellas habían sido dependientes de sus maridos, se hacían dependientes de sus padres o familias, o de las familias de sus maridos.

Sin embargo, había algunas orientaciones humanitarias que aliviaban un poco la situación.

  • El hijo mayor asumía el control de la familia, si tenía edad. Él tenía la responsabilidad de sustentar a la madre.
  • Al fin de un trienio, había una ayuda que beneficiaba a las viudas (Deuteronomio 14:29).
  • Las viudas podían participar gratuitamente de una cosecha lenta (Deuteronomio 14:29).
  • Podían participar libremente de banquetes (Deuteronomio 16:11, 14).
  • La ley las protegía contra la opresión y el fraude (Ezequiel 22:7; Malaquías 3:5). Pero muchas veces esas leyes quedaban solo en el papel.
  • La ley de redimir favorecía a las viudas, y consistía en que un hermano o pariente (del lado del marido) asumiera la viuda como su mujer. Pero esa ley no era absoluta y permitía ciertos márgenes.

En la actualidad, las mujeres que quedan viudas, o las que debido a las circunstancias, necesitan cuidar solas de sus hijos, también enfrentan dificultades. Sé de eso porque mi madre quedó viuda a los 34 años, con cinco hijos para cuidar. Ella nunca quiso casarse de nuevo. Creo que Dios tiene un cuidado especial con mujeres que, como mi madre, necesitan enfrentar la vida, solas. Por eso este milagro narrado por Lucas es significativo.

Algunas lecciones del texto:

Creo que podemos extraer por lo menos tres reflexiones fundamentales de esta narración.

  1. El poder de Dios

Jesús transformó el dolor de la madre en alegría cuando devolvió la vida al joven. Con seguridad ese milagro no era esperado ni imaginado por esa madre. Eso nos muestra que no hay obstáculos que Dios no pueda vencer para cumplir sus propósitos. Él tiene el control de todos los medios posibles para hacer lo que desea.

Dios puede hacer cosas espectaculares para todos nosotros. Aún frente a situaciones complicadas y sin solución aparente, usted y yo podemos confiar en que, si Dios quiere, puede hacer algo en nuestro favor.

  1. La compasión de Jesús

Este es el único relato de un milagro en el que Lucas menciona explícitamente la compasión de Jesús. Compasión es tener piedad, pena, dolor, condolencia del otro. Jesús tuvo pena de la viuda, se condolió con su situación. Elena de White nos informa que ese hijo era el único sostén y ánimo terrenal para esa mujer. Jesús sabía que ser viuda no era una buena situación. Por eso, al acercarse le transmite compasión con las palabras “No llores”. En esa frase corta se nota la expresión de mucha simpatía. Es muy importante recordar que nuestras palabras, dichas con cariño, pueden aliviar el sufrimiento de mucha gente. Cristo es nuestro ejemplo en la forma como debemos hablar con los demás.

En seguida Jesucristo tocó el cajón. De acuerdo a las leyes ceremoniales, ese hecho podrían dejarlo impuro, pero a él no le importó. Jesús entendía que más importante que cumplir ceremonias es aliviar el dolor de las personas.

La compasión de Jesús no disminuyó. Todavía hoy podemos oír su voz simpática decir: “Conozco vuestras lágrimas; yo también he llorado. Conozco los pesares demasiado hondos para ser susurrados a ningún oído humano. No penséis que estáis solitarios y desamparados. Aunque en la tierra vuestro dolor no toque cuerda sensible alguna en ningún corazón, miradme a mí, y vivid” (El Deseado de todas las gentes, p. 446).

  1. La iniciativa de Jesús

La viuda no pidió el milagro. Jesucristo hizo el milagro por iniciativa propia.

Es cierto que la Biblia afirma que quien pide recibe (Mat. 7:8). Pero la Biblia también afirma que él nos amó primero (1 Juan 4:19). En el milagro a la viuda, vemos una descripción clara de la salvación. Nosotros no buscamos a Dios, no tenemos competencia ni sensibilidad para eso. Estábamos lejos de Dios, éramos extraños para él (Col. 1:21).

Siempre escuchamos que necesitamos ir a Dios, que necesitamos dar el primer paso en dirección a él. Pero la historia de la salvación muestra que Dios tuvo compasión de nosotros. Él tomó la iniciativa y envió a su Hijo a la tierra para que con su muerte Jesús viniera a nuestro encuentro y nos diera la oportunidad de la salvación.

Jesús tomó la iniciativa, y todo lo que podemos hacer es aceptar por la fe la dádiva maravillosa de la vida que solo él puede dar. La viuda no tomó la iniciativa, pero Jesús conocía sus necesidades. Por eso, él fue hasta ella, hizo un milagro que ella ni había pedido.

PODER Y COMPASIÓN

Jesús tiene poder, Jesús tiene compasión; Jesús toma la iniciativa. Esos son tres mensajes claros en este milagro.

Realmente Dios es espectacularmente amoroso, y cuida de nosotros en cualquier circunstancia. Todavía es probable que alguien piense: “Yo necesité a Dios y no lo sentí cerca de mí”. Es verdad, a veces parece que Dios está ausente, pero ¿será así?

El episodio de la viuda de Naín nos muestra que la supuesta ausencia de Dios no dura para siempre. También nos muestra que la vida está hecha de contratiempos, de angustias, de desafíos, de malentendidos. En todo eso hay un Dios que nos acompaña y se dispone a hacer algo.

Es probable que usted esté necesitando un milagro en su vida. Es posible que usted ya haya hecho todo lo que podía hacer, y todavía no sucedió lo que le gustaría. Tal vez sea el momento de dejar que Dios actúe con poder y compasión, permitiendo que tome la iniciativa de conducir su vida de la manera que él considera mejor.

Eso solo será posible si permitimos que Dios tome la dirección de nuestra vida, y le supliquemos que nos dé sensibilidad para entender su voluntad.

Adolfo Suárez

Adolfo Suárez

Escuchando la voz de Dios

Reflexiones sobre la teología y el don profético

Teólogo y educador, es el actual decano del Seminario Teológico Adventista Latinoamericano (SALT) y Director del Espíritu de Profecía de la DSA. Máster y Doctor en Ciencias Religiosas, con posdoctorado en Teología, es autor de varios libros y miembro de la Sociedad Teológica Adventista y de la Sociedad de Literatura Bíblica.