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Presidiario: “…sin él no soy nada. Amo a mi Señor por sobre todas las cosas”

Presidiario: “…sin él no soy nada. Amo a mi Señor por sobre todas las cosas”

Ministerio carcelario da sus resultados positivos en Argentina.


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“En principio, para hacerme saber que no estaba solo, que nunca estuve solo”.

“En principio, para hacerme saber que no estaba solo, que nunca estuve solo”.

Buenos Aires, Argentina…[ASN] Damián, es un hombre que llevó una vida difícil, con mucho rencor dentro de su ser, hasta que después de recaer en el hoyo de las malas decisiones, fue a parar a la cárcel un 23 de agosto, del 2012, en la Unidad Penal Nro. 44, en Argentina. Solo, triste y sin saber que Dios fue el que permitió esa situación con un propósito.

“Mi vida antes de bautizarme estaba totalmente desordenada. No era mía, le pertenecía al egoísmo y a la soberbia. Cuando no conocía a Dios, creía que yo solo iba a poder con todo. Era autosuficiente, todo era yo. Pero así arruiné mi vida y la de toda mi familia. Abandoné a mi padre en su enfermedad y les negué mi presencia a mi madre y a mi hermano en ese proceso tan doloroso; mientras pasaba mi vida creyendo que tenía todo controlado. Sin embargo, cada día se torcía un poco más. No solo descuidé a mis hijos y a su madre, sino también mi salud. Llegué a pesar 160 kilos. No quería esa vida, pero no podía frenar. Sentía vergüenza, miedo, frustración. También le temía a la muerte”.

Sin embargo, la vida de este presidiario, comenzó a tomar sentido cuando Luis Becedillas, un adventista, dedicado al ministerio carcelario, le ofreció estudiar la Biblia con el curso bíblico “La Fe de Jesús”, dos veces por semana. Otro adventista que también lo visitaba era Daniel Pena, “me visitaba los sábados, por la tarde. Dios los usó para que conociera su Palabra, para saber que la respuesta está escrita en la Biblia; que solo hay que leerla, orar y practicar lo que se dice. Por eso, tomé la decisión de pertenecer a la Iglesia Adventista del Séptimo Día”, contó, Damián.

Finalmente, llegó el momento de tomar la decisión de bautizarse y fue un 20 de diciembre del año que pasó, a las 16:30 horas, que volvió a “nacer”. “Uno siempre tiene algo que lo marca y que nunca olvida. Mi madre se comunicaba conmigo solamente por carta, como si estuviésemos en los años 60 y a diez mil kilómetros de distancia. Mi madre, no quería que la llamara por teléfono. Sus cartas sólo eran reproches y en esas pocas líneas que me escribía llegué a dudar de que fuera ella la que en realidad escribiera”, pero ese 20 de diciembre, recibió el teléfono de su progenitora y se comunicó con ella lo más rápido posible y pudo escuchar su voz, “esta nueva vida que Dios me dio está bendecida y no dudo ni por un momento que me dará lo que necesito”.

“Hoy recuperé a mi madre, a mi hermano, a mi cuñada y a mi sobrina, que alegran mi vida cuando hablo con ellas; y sé que también va a restaurar la vida de mis hermosos hijos: Mateo, Máximo, Milagros y Marco. Pero lo más importante es que sé quién soy, un hijo de Dios; y se quién es Él, y que sin Él no soy nada. Amo a mi Señor por sobre todas las cosas". [Equipo ASN, Patricia Marcos]