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Un paseo por el Bósforo

“La luz de los ojos alegra el corazón; la buena noticia conforta los huesos.” (Proverbios 15:30/Reina-Valera 1995). Regresar de mis vacaciones me posicionó en un lugar de pendiente oscilación. Por un lado, la alegría de volver al trabajo y, por otro,...


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“La luz de los ojos alegra el corazón; la buena noticia conforta los huesos.” (Proverbios 15:30/Reina-Valera 1995).

Regresar de mis vacaciones me posicionó en un lugar de pendiente oscilación. Por un lado, la alegría de volver al trabajo y, por otro, la añoranza de los preciosos lugares que visité en Turquía.

Sin embargo, temprano, en la mañana, entré a un portal de noticias en Internet y el pesar se apoderó de mí. Eran las mismas de siempre: asesinatos, injusticias, corrupción, inundaciones, malos entendidos, y una maléfica y extensa lista de etcéteras.

Así, entre tanta lobreguez, una noticia confortó mis huesos. Se trataba de una entrevista a los integrantes del seleccionado argentino de Powerchair Football, un naciente deporte que practican quienes están impedidos de caminar y que se juega en un gimnasio de básquet. Cada equipo tiene cuatro jugadores (tres en el campo y un arquero) sentados en sus sillas de ruedas a motor; adaptadas con una protección para los pies, que a su vez sirve para golpear la pelota (que tiene de 33 centímetros de diámetro).
"Juego desde los siete años. Es muy divertido para chicos en sillas de ruedas. Se lo recomiendo a todos", sostiene Valentino, de 10 años. Y luego, confiesa sus anhelos: "Mi sueño es fabricar sillas de ruedas acuáticas y accesorios para personas en sillas de ruedas, ser el mejor del mundo en Powerchair Football y ganar el mundial”.

Valentino, con su inmensa sonrisa en el rostro, me recordó que la vida puede no brindarnos todas las herramientas y las comodidades, pero que con actitud, esfuerzo y perseverancia es posible ser feliz. Esta noticia fue un poco aire fresco en medio de la apatía post vacaciones. Al instante, recordé ese aire casi helado del estrecho de Bósforo, accidente geográfico que divide a Estambul y que funciona como límite entre Europa y Asia.
La otrora Constantinopla y Bizancio, me había recibido con una incipiente pero insistente nevada. El cielo, rasgado por los miles de minaretes de las más de tres mil mezquitas de la polis, fue siempre gris. Hasta el día en el que recorrimos el Bósforo en barco. Esa jornada se presentó limpia, soleada y tenuemente cálida.
Casi omnipresente en todo el paisaje estambulino, como la roja bandera del país (que hace flamear la luna y la estrella blanca), el Bósforo es parte medular de la vida de la ciudad.
Al decir del escritor turco Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura en 2006, la palabra “Bósforo” significa “garganta”. Y esto se enlaza con su historia de vida, ya que en su niñez contrajo tos ferina y el médico le recomendó a su madre que lo lleve semanalmente a respirar el aire del lugar. “Quizá precisamente porque lo mezclo en mi mente con la idea de la curación, ver el Bósforo siempre me ha sentado bien”, escribe Pamuk.

Y es cierto. El cóctel de aire fresco y agua turquesa, tal como el nombre de la piedra preciosa del país, proporciona un efecto renovador. Todo esto, además, se ve adornado por las bellas vistas que pueblan sus orillas. El palacio de Dolmabahçe me saluda, imperial y ostentoso. Esta antigua residencia de sultanes, da lugar luego a las lujosas mansiones, a barcos de pesca y a la antigua fortaleza otomana Rumeli Hisarı. Al regresar, vislumbro (solitaria e inmóvil) la Torre Leandro, que se eleva en el medio de las aguas. Y, ya en tierra firme, se ve la bellísima y esbelta Torre Gálata. Desde sus más de 60 metros se puede divisar el Bósforo, el Cuerno de oro y gran parte de Estambul.

“Frente a la derrota, al desplome, a la opresión, a la amargura y a la pobreza que pudren por dentro la ciudad, el Bósforo está unido en lo más profundo de mi mente a sensaciones de unión a la vida, de entusiasmo por vivir y de felicidad. El espíritu y la fuerza de Estambul le vienen del Bósforo”, sentencia Pamuk. Y amplia: “La vida no puede ser tan mala –pienso a veces—Cuando, al menos, uno siempre puede ir a darse un paseo por el Bósforo”.

Como cristianos, tenemos nuestro “Bósforo”. En su Palabra, Dios nos dejó una inmensa cantidad de aire puro para recibir y compartir:
“Yo estoy con vosotros, dice Jehová” (Hageo 1:13).

“Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón” (Salmo 31:4).

“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18).

“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4).

Por eso, ten una sonrisa en vez de una queja, expresa una palabra de ánimo en vez de una protesta. Esta sociedad ahogada de ansiedad, tristeza, consumismo y depresión reclama que marquemos la diferencia.

Lee la Biblia. Reclama las promesas. Da un paseo por la Escritura. La vida no puede ser tan mala.

Pablo Ale

Pablo Ale

Noticias de hoy, reflexiones de siempre

Informaciones cotidianas que nos hacen pensar en realidades eternas

Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana. @PabloHernanAle