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Ojos tristes

Ojos tristes

“La luz de los ojos alegra el corazón, y la buena noticia fortalece hasta los huesos. El que escucha la reprensión que da vida, entre los sabios morará” (Proverbios 15:30 y 31). Había una vez una adolescente que estalló de tristeza. Era una noche de...


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“La luz de los ojos alegra el corazón, y la buena noticia fortalece hasta los huesos. El que escucha la reprensión que da vida, entre los sabios morará” (Proverbios 15:30 y 31).

Había una vez una adolescente que estalló de tristeza. Era una noche de julio. Al sentir el desagradable olor a las bombas que caían cerca de su casa, escribió un cartel, tomó su celular, le sacó una foto, entró en su cuenta de Twitter y publicó esa imagen. La leyenda del cartel decía: “Soy Farah Baker, tengo 16 años y vivo en Gaza. Desde que nací, ya sobreviví a tres guerras. Creo que ya es suficiente”.

Desde entonces, la joven de intensos ojos azules cada día sube fotos y pequeños videos mostrando el horror de los ataques que padece Gaza. Son imágenes propias, cercanas... Así, su cuenta de Twitter (que tenía unos 800 seguidores) trepó hasta los 170.000. Farah no es analista política, no es periodista, no es vocera de nadie ni hace campaña para ningún Gobierno.

Simplemente, quiere paz.

Sus mensajes son de todo tipo. Desde reflexiones angustiosas (“No puedo parar de llorar. Podría morir esta noche”), hasta anhelos de cosas que días atrás eran parte cotidiana de sus jornadas (“Extraño el mar, mis amigos, el helado, la alegría. Extraño mi vida normal”).

En los ojos de Farah falta la luz de las buenas noticias que alegran el corazón y fortalecen el alma.

Lejos de los conflictos de Medio Oriente, en una palaciega residencia en el bellísimo pueblo de Tiburón (Estado de California), el actor Robin Williams (célebremente recordado por decenas de películas que hacían reír a los espectadores) se quitó la vida ahorcándose con un cinturón. Ahogado por la depresión, el alcohol y un reciente mal de Parkinson, ni su prestigio, ni su premio Óscar, ni su fortuna (estimada en 130 millones de dólares) pudieron salvarlo.

A los 63 años, el comediante de tristes ojos celestes decidió ponerle fin a su existencia. No importa el color de tus ojos. Importa en qué estado se encuentren. Porque no solo son las mortales guerras externas las que achacan y enlutan nuestra vida. También existen los terribles traumas internos que nos oprimen y debilitan.

La palabra “paz” es interesante desde su etimología, ya que se entronca con la palabra “pacto”, que básicamente significaba “firmar la paz”. Como se evidencia, la paz, lejos de ser un sustantivo pasivo, es un verbo activo.
El imaginario colectivo popular concibe a la guerra como un lugar de acción y a la paz como un momento de relajación. Sin embargo, la paz requiere acción. La realidad indica que, al parecer, contamos los momentos de paz uno por uno, en un ábaco imaginario de soledad y lejanía. Los conflictos, en cambio, diluvian sin cesar y se vierten sobre nosotros sin ningún tipo de longanimidad. Llegó el momento de trabajar por la paz. Es tiempo de alijar nuestra nave, de aligerar las cargas, de aliviar los pesares... Ya hemos tenido suficiente.

Uno de los ladrillos para esta vital construcción está en Romanos 5:1: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. El pecado, perturbador y absorbente, hizo que entremos en enemistad con Dios. La guerra desatada en el cielo por el otrora Lucifer se trasladó a este mundo con toda su crudeza y consecuencias. La paz se logró mediante una guerra. Y, como en toda guerra, hubo una gran baja. Fue un conflicto arduo, complicado, al límite. Pero Jesucristo, el hijo de Dios, logró vencer las tentaciones y salir victorioso al morir sin pecado en el Calvario. Su victoria es la nuestra.

Embargados por esta certeza, nuestra percepción se altera favorablemente, y tomamos sabias y oportunas decisiones. Aconseja Salmo 34:14: “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela”. Sentencia Isaías 48:22: “No hay paz para los malos, dijo Jehová”.

¿Qué tal si, en medio de los conflictos internos, recordamos las preciosas y grandísimas promesas de Jesús, como: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). ¿Qué tal si, en el fragor de las luchas externas, recordamos que él está a nuestro lado, como lo estaba en la barca de los discípulos cuando arreciaba la tormenta (Mat. 8:23-27)?

Pablo Ale

Pablo Ale

Noticias de hoy, reflexiones de siempre

Informaciones cotidianas que nos hacen pensar en realidades eternas

Es Licenciado en Teología y en Comunicación Social. Además, tiene una maestría en Escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana. @PabloHernanAle