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Sí, Dios se fija en nuestra apariencia

Un reflexión sobre la apariencia y la relación con nuestra fe.


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Mujer-viéndose-en-el-espejoCuando abordamos el tema de la apariencia cristiana, mucha gente se asombra y dice: “No creo que a Dios le importe lo que uso” o “mi apariencia no define mi comunión”. En primer lugar es importante saber que el poder que ejerce la imagen ya tiene comprobación científica, sociológica y psicológica. Independiente de la religión, o de ser creyente o ateo, todos saben que la imagen transmite un mensaje. “Podemos mentir en el lenguaje de la ropa o intentar decir la verdad, pero, a menos que estemos desnudos o seamos calvos, es imposible quedar en silencio”, afirma Alison Lurie en su libro El lenguaje de la moda. “Los objetos que usamos mandan mensajes sobre quiénes somos, cómo queremos ser vistos y aspiramos ser”, confirma Sergio Lages, con una maestría en sociología. Ya pasó el tiempo en que esta cuestión de  la apariencia era un tabú. Hoy, el tema ya no es un misterio. No estoy hablando de religión, sino de ciencia.

El escándalo mayor está cuando colocamos la palabra “cristiano” y la palabra “apariencia” en la misma frase. Las personas preguntan: “¿Será que a Dios le importa realmente mi imagen?” Vamos a la respuesta más obvia: si a Dios realmente no le importara nuestra apariencia, ni tocaría el asunto. Así de sencillo. Pero podemos encontrar en la Biblia muchos textos sobre la vestimenta, decencia, modestia. Y no se necesita hacer un estudio muy profundo para notar esos conceptos incorporados en ella.

Muchos dicen: “No creo que a Dios le importe mi apariencia con tantas cosas más importantes en el mundo para preocuparse”. Es claro que existen cosas mucho más relevantes en el mundo que la ropa que me pongo. Pero estamos hablando de un Dios que es omnisciente, omnipresente y omnipotente. Él no tiene la limitada visión humana. Para él TODO lo que forma parte de nuestra vida es de su interés. Me gusta un texto de Elena de White que dice así:

“Pero su cuidado por las cosas que se suelen estimar insignificantes, es prueba aún mayor de su grandeza” (El ministerio de curación, p. 25). Entonces, si Dios está atento a los detalles y yo debo imitar sus actitudes, también debo estar atento a las cosas pequeñas.

Al principio de la Biblia leemos que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26). ¿Por qué no solo ‘imagen’? ¿Por qué no solo ‘semejanza’? ¿Por qué los dos? Notamos la perturbación de algunas personas cuando relacionamos cristianismo con imagen. Mientras meditaba en este asunto, asistí a un mensaje del pastor Ivan Saraiva en el canal Está Escrito, en YouTube. Él decía así: “Lo equivocado se considerará correcto por la mayoría, y quien decide hacer lo correcto pasa a ser víctima del odio”. Ese pensamiento me hizo reflexionar que el camino angosto no es más popular, no es el de la mayoría. Notamos que la mayoría de las personas cayó en el modismo. “Modismo”, según el diccionario es: idiotismo (giro o expresión contrarios a las reglas gramaticales). Falta de inteligencia.

Modismo es cuando una persona no sabe tomar sus propias decisiones. Ella simplemente hace lo que todos hacen, va adonde todos van, y claro, viste lo que todos visten. Intente analizar si usted cayó en esa tendencia.

Un comentario muy común cuando hablamos de imagen cristiana es: “Las cosas no son en sí equivocadas, sino el valor que le damos las hace equivocadas”. O sea, el problema no es lo que visto o uso, sino el valor que le doy a esas cosas. ¿Será que podemos adoptar ese concepto para la vida? Eso me recuerda a los enamorados que dicen: “Te traicioné, pero no significó nada”. ¿Hace la diferencia? Cuidado con los relativismos.

En el mismo mensaje que mencioné del pastor Ivan Saraiva, él dice así: “La gracia que no transforma no es gracia; es desgracia”. Y completó el pensamiento haciéndonos reflexionar que al recibir la gracia, nuestra vida es santificada, lo que comemos es santificado, lo que escuchamos es santificado y hasta lo que vestimos es santificado. La contemplación transforma. Y esta transformación no debe ser de afuera hacia adentro, pues esto generaría hipocresía. El cambio es de adentro hacia afuera. Es muy fácil practicar la hipocresía, estando podrido por dentro con un caparazón de santo. Pero lo contrario es imposible. Es imposible ser puro por dentro y no transmitir esa condición en el exterior.

La imagen es un reflejo natural de lo que tenemos en el alma. La imagen no define quiénes somos. Solo lo revela. Así como cuando vemos a alguien con un guardapolvo blanco y deducimos que es del área de la salud. ¿Fue el guardapolvo lo que determinó su formación académica? No. ¿Le otorgó un diploma? Jamás. Pero reveló algo acerca de él. ¿Puede estar usando el guardapolvo de manera indebida? Claro. Este es un caso que tiene relación con la falsedad ideológica. Esa persona no puede evitar que otras idealicen su profesión.

Deje de contemplar a las personas, pues usted encontrará muchos defectos, hipocresía y terminará imitando cosas que no debe. Deje de contemplar las fallas humanas y contemple la perfección de Dios. Las personas dicen: “Mi apariencia no afecta en nada mi comunión”. Y es así, tienen razón. Su apariencia no afecta su comunión. Pero su comunión afecta todo en su vida, inclusive su apariencia.

 

Emanuele Salles

Emanuele Salles

Imagen & semejanza

Belleza y vestimenta analizados según los critérios de la Santa Biblia en un lenguaje más informal

Periodista, creadora del blog Bonita Adventista y autora de los libros Espelho, espelho meu... agora o espelho é Deus, Imagem & Semelhança e Filha de Rei. Viaja por Brasil para dar charlas sobre imagen cristiana, autoestima y valorización personal