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El primer regalo de Dios

El primer regalo divino a la criatura es la comida. Conoce más en este artículo.


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El relato bíblico nos muestra que el alimento es una dádiva de Dios, y es Él quien legisla sobre lo que debemos comer. Foto: Shutterstock.

Después de completada la creación de todos los elementos, en un orden de desarrollo de complejidad, Dios se dirige a los seres vivientes, específicamente al ser humano, y le da alimento. El primer regalo divino a la criatura es la comida. La Biblia dice así:

“Y dijo Dios: He aquí, yo os doy toda la planta que produce semilla que está sobre la faz de toda la tierra, y todo árbol con su fruto que produce semilla; les servirá para comer; y para toda vida de la tierra y para toda ave del cielo y para todo el que se arrastra sobre la tierra, que en ella es un alma viviente, toda hierba verde para comida. Y fue así” (Gén. 1:29-30, traducción propia).

Lo que Dios da y para quién

Este texto carga una construcción simple, pero por su tamaño termina confundiendo a algunos. En primer lugar, un verbo introduce lo que Dios da: nātan (נָתַן); que es seguido por una preposición y sufijo pronominal de identificación – para ustedes (lāḵem) – indicando que el discurso se dirigía al ser humano, masculino y femenino, creados inmediatamente antes de eso (1:26-28) y entonces por el complemento del objeto directo, es decir, lo que es dado. Después, en el versículo 30, el narrador introduce una nueva identificación del discurso, los otros seres vivos y toda alma viviente y un nuevo complemento del objeto directo. Cuando se presta atención a la construcción, podemos simplificar diciendo que Dios dio tres tipos de comida – plantas que producen semillas, árboles que tienen fruto y producen semilla y también hierba verde – para dos grupos de consumidores: el ser humano y los otros seres vivientes.

Algunos ven que hay una diferencia del alimento dado al hombre de aquel dado a los animales, es decir, el humano no debería comer hierba verde. Agregan la discusión de la expresión “sobre la faz de la tierra” para comentar que el alimento dado al hombre no debería estar debajo de la tierra y si sobre la tierra. La segunda idea es fácilmente rebatible, pues, literalmente, la expresión está en plural constructo, es decir, “faces de la tierra” sería la traducción más acertada. En el caso de pānîm (פָּנִים), siempre aparece en plural e indica no solamente la superficie de algo, sino lo que compone aquella superficie, por eso es plural.

La primera idea necesita ser confrontada con otros elementos. En Génesis 2:5 la expresión “planta del campo” (ʿēśeḇ haśśādeh) aparece para decir lo que la tierra aún no había producido antes de haber hombre y lluvia y después sólo reaparece después del pecado, en Génesis 3:18. Entre esas apariciones, Dios reglamenta la alimentación del hombre en Génesis 2:16-17, aquí solo apuntando a lo producido por los árboles como comida. En el capítulo 2, diferente al capítulo 1, no se detalla lo que el hombre no podía comer (2:17).

Al comer lo que no debía comer, que fue el primer pecado de la humanidad, en el discurso punitivo divino a la primera pareja, Dios dijo que ellos ahora comerían las “plantas del campo” (Gén. 3:18). Al ser analizada, la expresión “planta del campo”, se puede concluir que es una referencia genérica a todo lo que es producido por la tierra y no una referencia a la “hierba verde” (yereq ʿēśeḇ) de Génesis 1:30, hasta porque son expresiones diferentes.

En Génesis 9, después del diluvio, Dios una vez más regula la alimentación de la creación, y así está escrito: “Todo lo que se arrastra y que vive, será alimento para ustedes; como la hierba verde, lo doy para ustedes, todo, menos la carne con su vida, su sangre, no comerás” (Gén. 9:3-4, traducción propia). Es decir, al describir la alimentación presentada aquí, Él permite el consumo de carnes (reglamentando la cuestión de la sangre) y apunta a la hierba verde como una especie de primera reglamentación. Básicamente, Dios dice que de la misma manera que Él había dado la hierba verde (yereq ʿēśeḇ) ahora da la carne. Aquí la expresión es la misma de Génesis 1:30, lo que refuerza la interpretación anterior, de que eran tres tipos de comida para dos tipos de consumidores, sin una delimitación clara de restricción. Génesis 9:3-4 deja claro que Dios había dado la hierba verde para el hombre anteriormente y eso solo ocurre en Génesis 1:30.

Comida y gracia

Volviendo a Génesis 1:29-30, el texto enfoca un aspecto crucial: lo importante no es el alimento en sí, ¡sino el regalo de Dios! O sea: El centro, en el caso, es que es Él quien da y no específicamente lo que Él dio. Así, el narrador, Moisés, asevera una faceta más sobre la comida: es Dios quien legisla sobre ella. Ese concepto no solo se repite en Génesis 2:16-17; 3:18; 9:3-4; como también en Éxodo 16 (Deut. 8:3 y 29:6 tienen matices interesantes), Levítico 11, etc.

Por fin, hay una diferencia vital entre ese primer presente, la comida, en el relato creativo de Génesis y la comida en los relatos mesopotámicos, especialmente en el Enuma Elish. Después de vencer la batalla contra la diosa Tiamat, Marduk usa el cuerpo de ella para crear los cielos y la tierra. La sangre de Kingu, otro dios derrotado, es usada para crear un aborigen. Ese aborigen será el responsable de construir un lugar de descanso, es decir, un templo para Marduk. Al finalizar ese templo en el séptimo día, ese aborigen irá entonces a llevar comida a Marduk, y a los otros dioses.

La comida, en el relato babilónico, es algo ofrecido por el ser creado a los dioses, como presentes por la grandeza de ellos. En la Biblia, la comida es ofrecida por Dios al ser creado, como un regalo para este, señal de su grandeza y gracia. Ese paralelo apunta a una realidad importantísima y central: la comida nunca fue y nunca será señal de lo que se hace para Dios. Ella, la comida, era y siempre será la señal de lo que Él hizo por nosotros. La comida es una señal de su gracia y no de nuestras obras.

Con razón Jesús afirmó categóricamente: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida” (Jn. 6:54-55).

El alimento fue su primer regalo, y su mayor regalo en el sacrificio de Jesús y será su primer regalo en la nueva Jerusalén (ver Mateo 26:29 en paralelo con Apocalipsis 19:9; 22:14 y 17, por ejemplo).

 

Referencias

EVEN-SHOSHAN, Abraham. A New Concordance of the Old Testament: using the Hebrew and Aramaic text. Jerusalem: Kiryat Sefer Publishing House, 1989.

KOEHLER, Ludwig; BAUMGARTNER, Walter. The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament: student edition. 2 vols. Leiden: Brill, 2001.

LEITHART, Peter J. Blessed are the Hungry: meditations on the Lord’s supper. Moscow, ID: Canon Press, 2000.

MATHEWS, Victor H.; BENJAMIN, Don C. Old Testament Parallels: laws and stories from the Ancient Near East. New York: Paulist Press, 2006.

Edson Nunes

Edson Nunes

Texto y Contexto

Una invitación mensual para el estudio del texto bíblico y el consiguiente asombro con él

Graduado en Teología y Letras, con maestría y doctorado en Letras (Estudios Judaicos) por la Universidad de Sao Paulo (USP). Fue pastor en las comunidades Beth B´nei Tsion (Templo Adventista Judío), Nova Semente y Homechurch de Perdizes. Hoy es profesor de la Facultad de Teología del Centro Universitario Adventista de Sao Paulo (Unasp), en Brasil, y coautor del sitio tercermargemdorio.org