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Aborrecimiento de la iglesia

Como todos los que nacieron en una familia convertida, tengo muchos años de vida dentro de la iglesia. Y como todos lo que tienen muchos años de vida dentro de la iglesia, puedo ver los movimientos y las transformaciones que ésta sufre, tanto en el a...


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Como todos los que nacieron en una familia convertida, tengo muchos años de vida dentro de la iglesia. Y como todos lo que tienen muchos años de vida dentro de la iglesia, puedo ver los movimientos y las transformaciones que ésta sufre, tanto en el aspecto organizativo como así también en el aspecto de la comunidad en sí. Con esa experiencia puedo ver claramente que hoy en día existe una especie de insatisfacción de parte de muchos, principalmente de aquellos que viven en regiones urbanas y, por lo tanto, más globalizadas. La insatisfacción es en relación a la propia religiosidad ineficaz y una autenticidad de fe cada vez más rara.

Entiéndase por falta de autenticidad en la fe una fe que se disfraza pero no es. Que finge, que es externa, pero que no es lo que aparenta. Incluso aunque muchas veces ese fingimiento sea involuntario. Y por religiosidad ineficaz, todo el esfuerzo emprendido en cultos, eventos, proyectos, etc. pero cuyo resultado es nulo, aunque estimado de alguna manera equivocada.

Hay también otro grupo. Otros que, por las mismas razones, se encuentran insatisfechos, pero la respuesta que encontraron va a contramano del grupo anterior. Estos creen que el problema de la iglesia está en no mantener correctamente su identidad, su rigor, sus principios, que aquí en este grupo se confunden como “usos y costumbres”. Ellos entienden que los principios de la iglesia y su identidad se resumen a pequeñas reglas (muchas no bíblicas) sobre lo que vestir, dónde andar, con quién hablar, qué hacer, qué comer, etc… Lo que reduce la fe a comportamientos.
Sin importar del lado que usted esté, señor lector, estamos todos insatisfechos con la realidad de la iglesia.

Todos nosotros buscamos soluciones para una sociedad que cada vez más se aleja de las realidades espirituales, en busca de una iglesia cada vez más fervorosa y reavivada. De una religión que es eficiente para transformar el mundo y salvar personas. De personas que, claro, cometen errores, pero que actúan con sinceridad de fe y transparencia. El problema es buscar respuestas diferentes a esos problemas. El problema es dividirnos en medio de nuestra insatisfacción.

Hay dos textos de la escritora norteamericana y una de las fundadoras de la Iglesia, Elena de White, que pueden ayudarnos a entender lo que está sucediendo con la iglesia hoy y también lo que se puede hacer para cambiar ese panorama.

En primer lugar, es importante recordar de quién es la Iglesia: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1Corintios 12:27). “…y él [Jesucristo] es la cabeza del cuerpo que es la iglesia…” (Colosenses 1:18). “…y [Dios] sometió todas las cosas bajo sus [de Jesús] pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo…” (Efesios 1:22-23). La Iglesia es de Cristo y él es su líder y la cabeza. El mismo Cristo prometió: “…y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). De esa manera, la responsabilidad sobre la iglesia no está sobre mí ni sobre usted, sino sobre Cristo, el dueño de la Iglesia. El que prometió la victoria es, precisamente, quien la garantizará. No nosotros. Muchos se hacen protectores de la Iglesia, defensores de los “principios” y asumen un papel que Dios no les asignó. El dueño de la iglesia es Cristo y es él quien se preocupa por ella y quien la cuidará.

Habiendo comprendido eso, debemos mirar el momento en el cual podemos estar viviendo.

No hay nada de qué avergonzarse. El momento que vive la Iglesia ya fue vivido por hombres importantes de la Biblia como Moisés. Y es exactamente en el contexto de Moisés que Elena de White afirma: " Dios habla a su pueblo mediante las bendiciones que le otorga, y cuando éstas no son apreciadas, le habla suprimiendo las bendiciones, para inducirlo a ver sus pecados, y a volverse hacia él de todo corazón” (Patriarcas y profetas, p. 503).

En otras palabras, la autora no está abogando por que Dios “castiga”. Muy al contrario, lo que está diciendo es que, en este caso, Dios habla con nosotros de dos maneras: primero, por las bendiciones y después por retirarlas. El objetivo de la segunda técnica de Dios es simplemente permitir que veamos las consecuencias de nuestras propias decisiones sin que él interfiera a nuestro favor. De esa manera, se hace claro y obvio cuán dañinos son nuestros propios caminos y métodos.
Hablando sobre la iglesia en los últimos tiempos, ella hace una declaración fantástica: "A menos que la iglesia contaminada por la apostasía se arrepienta y se convierta, comerá del fruto de sus propias obras, hasta que se aborrezca a sí misma” (Eventos de los últimos días, p. 61).

Queda claro con esa cita que, en algún momento, Dios levantaría su mano que bendice y dejaría que comamos “del fruto” de nuestras “propias obras”. Hasta que, por la conciencia de que nuestros métodos y acciones son, en realidad, ineficaces e infelices, aborrezcamos la iglesia y a nosotros mismos. Eso explica los caminos actuales de la iglesia. Los errores sistemáticos, los métodos humanos y corporativos destituidos de sentido, que invaden el territorio de la fe, explican la frialdad de los miembros, explican la corrupción de los principios, explican las máscaras, y todas las cosas que nos enfadan y no nos conforman de la Iglesia.

Y ahí viene otra afirmación chocante pero que combina perfectamente con el texto bíblico de Apocalipsis 3, que habla sobre Laodicea, la última iglesia. La iglesia está “contaminada por la apostasía”. ¿Y qué quiere decir exactamente eso? ¿Y cómo podemos resolver esa situación? ¿Por qué Dios quiere que nos aborrezcamos de nuestros propios métodos y nuestras acciones religiosas? Todo eso lo trataremos en el próximo texto. Pero mientras, aquí nos queda una excelente noticia: si Dios está actuando, aunque sea en caso de retirar las bendiciones, para que percibamos nuestra condición, eso quiere decir que Dios está actuando en nuestro favor y que su promesa se cumplirá: " las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
Video para ilustrar, en portugués:

Diego Barreto

Diego Barreto

El Reino

Vivir ya el Reino de Dios mientras él todavía no volvió. Una mirada cristiana al mundo contemporáneo.

Teólogo, es coautor del BibleCast, un podcast sobre teología para jóvenes, y productor de aplicaciones cristianas para dispositivos móviles. Hoy es pastor en los Estados Unidos.