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Ecumenismo: ¿una necesidad?

¿Qué dice la Biblia sobre el concepto promovido y practicado por el ecumenismo tan difundido actualmente?


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Foto: Shutterstock

Una noticia transmitida por la Radio Vaticano informa que el día 24 de agosto de 2017 ocurrió un encuentro entre el Papa Francisco, el moderador del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), Agnes Abuom, y el secretario general del mismo organismo ecuménico, reverendo Olav Fykse. Las dependencias del vaticano fueron el lugar de la reunión,[1] y estos son algunos de los temas tratados: el estado del movimiento ecuménico y la prioridad de las iglesias de trabajar por la causa de la unidad cristiana, considerada vital para llevar la auténtica contribución de justicia a las grandes cuestiones del mundo.

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“Estamos muy contentos por el encuentro muy constructivo y fructuoso que tuvimos este jueves con el Papa Francisco”, dijo el reverendo Tveit, también presente en el diálogo. “Vivimos un momento en que la finalidad y los objetivos del movimiento ecuménico se volvieron relevantes” porque en un “mundo siempre más dividido y frágil”, las iglesias deben tender a “una nueva búsqueda de unidad” para contribuir a la “unidad del género humano”.

No hay duda de que la unidad cristiana es esencial para el establecimiento del Reino de Dios. Pero, ¿el ecumenismo es necesario y adecuado para obtener la unidad cristiana?

Ecumenismo: concepto y objetivos

El ecumenismo puede comprenderse como los “esfuerzos de los cristianos y sus comunidades para vivir en tal unidad que puedan, con un solo corazón y una voz, glorificar a Dios y el Padre de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 15:5, 6), y por su testimonio llevar al mundo a creer en la misión divina del Hijo (Juan 17:21).[2] El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) es con seguridad el organismo más representativo que trata de vivir y promover los objetivos y esfuerzos del ecumenismo. Considerado amplio e inclusivo, su meta es la unidad cristiana. Para las denominaciones afiliadas al CMI, el organismo es un espacio único, “en el cual se puede reflexionar, hablar, actuar, adorar y trabajar juntos, desafiar y apoyarnos unos a otros, compartir y debatir unos con los otros”.[3]

Los miembros del CMI:

- Son llamados para el objetivo de la unidad visible en una fe y una comunión eucarística.

-   Promueven su testimonio común en el trabajo para la misión y el evangelismo.

- Se involucran en el servicio cristiano, atendiendo las necesidades humanas, rompiendo barreras entre las personas, buscando justicia y paz y manteniendo la integridad de la creación.

- Promueven la renovación en unidad, culto, misión y servicio.[4]

Como se percibe, la intención es la mejor. Sin embargo, todo diálogo y acciones en conjunto involucran desafíos. Y el desafío es mayor cuando los grupos religiosos más diversos están juntos en la mesa, con sus respectivas particularidades. Por eso, es importante evaluar si la unidad está por sobre todo, inclusive de las especificaciones impuestas por las demandas bíblicas.

Desafíos consecuentes del ecumenismo

Como afirma el teólogo Ángel Manuel Rodríguez, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, aunque algunas veces haya participado en conversaciones interreligiosas, nunca tuvo el propósito de buscar la unidad con otros cuerpos eclesiásticos. En vez de objetivar el ecumenismo, la Iglesia Adventista utiliza esas conversaciones como un medio de compartir su verdadera identidad y misión con otros, y como una forma de eliminar malos entendidos y prejuicios contra ella.

Al establecer el diálogo con otras denominaciones, es prudente saber que las conversaciones o acciones ecuménicas, sean estas formales o informales, contienen riesgos, entre los cuales:[5]

  1. Colocar la unidad de la Iglesia en riesgo. En una época en que la autoridad se cuestiona con facilidad, algunos miembros de la iglesia pueden ver conspiración en todo lo que hacen los líderes y teólogos de la iglesia. Y si oyen que hay un diálogo con otra iglesia, rápidamente pueden sospechar que se están alterando o comprometiendo sus creencias. Esto puede afectar la unidad, y en consecuencia, la misión, pues un pueblo destruido termina moviéndose con lentitud y desconfianza.
  2. Las creencias pueden ponerse en riesgo. Si el objetivo es buscar la unidad a toda costa, se corre el riesgo de falsificar o minimizar las diferencias para hacerlas más agradables al interlocutor en la conversación, mientras que al mismo tiempo, se sobre valorizan las semejanzas. El resultado de esto es que seguidamente se negocian principios y creencias en nombre del buen diálogo.
  3. El evangelismo puede quedar en riesgo. Si, como resultado del diálogo, se concluye que todos son buenos cristianos, buenas personas, la misión de predicar el evangelio desaparece, y la tarea de hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:18-20) pierde todo sentido.
  4. Como afirma Ángel Manuel Rodríguez, “el proselitismo no está mal, sino es un aspecto intrínseco de la libertad con que Dios dotó a la raza humana y una forma saludable de mantener el equilibrio de la diversidad que es fundamental para la búsqueda de la verdad”.

“A fin de que todos sean uno”

En su bellísima oración sacerdotal, Jesucristo dijo:

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20, 21).

¿De qué unidad está hablando Jesucristo? ¿Estaba dando las bases para el ecumenismo?

Lo que el Maestro está destacando en esos versículos “es la unidad de la comunión vital con Dios, a través del Espíritu Santo en la fe, mediante la conexión con el Cristo glorificado”.[6] En favor de un grupo que todavía discutía por la supremacía, como las peleas que ocurrían entre los doce (Lucas 22:24-30),[7] Jesucristo ruega al Padre por unidad en la misma creencia, espíritu y objetivos. Entonces, lo que se enfatiza en esos versículos no es el acercamiento entre diversas religiones, porque la enseñanza se estaba impartiendo a los discípulos; lo que se destaca es la unidad con el Padre y el Hijo.

Así, la unidad que importa es la que nos acerca a Cristo, no para meramente o primariamente tener nuestros proyectos o agendas comunes, sino porque una vida realmente bendecida es la que solo se vive en el Espíritu de Cristo,[8] unidad esta que nos hace entender, vivir y promover su agenda.

[1] http://br.radiovaticana.va/news/2017/08/24/papa_recebe_delegação_do_conselho_mundial_de_igrejas/1332699. Ingreso el 8 de noviembre de 2017.

[2]  Reid, D. G., Linder, R. D., Shelley, B. L., & Stout, H. S. (1990). In Dictionary of Christianity in America. Downers Grove, IL: InterVarsity Press.

[3] https://www.oikoumene.org/en/about-us. Ingreso el 8 de noviembre de 2017.

[4] https://www.oikoumene.org/en/about-us. Ingreso el 8 de novembro de 2017.

[5] Ángel Manuel Rodríguez. Adventists and Ecumenical Conversation, p. 34.

[6] Lange, J. P., & Schaff, P. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: John (p. 522). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

[7] Nichol, F. D. (Org.). (1980).The Seventh-day Adventist Bible Commentary  (Vol. 5, p. 1053). Review and Herald Publishing Association.

[8] Calvin, J., & Pringle, W. (2010). Commentary on the Gospel according to John (Vol. 2, p. 183). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

Adolfo Suárez

Adolfo Suárez

Escuchando la voz de Dios

Reflexiones sobre la teología y el don profético

Teólogo y educador, es el actual decano del Seminario Teológico Adventista Latinoamericano (SALT) y Director del Espíritu de Profecía de la DSA. Máster y Doctor en Ciencias Religiosas, con posdoctorado en Teología, es autor de varios libros y miembro de la Sociedad Teológica Adventista y de la Sociedad de Literatura Bíblica.