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“Cuidar de las personas”: La misión de la Iglesia, parte 1

Es nuestro deber cuidar de los necesitados, de los que sufren, de los enfermos, de los rechazados, entre otros que están busca de una mano amiga.


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¿Cuál fue el plan original de Dios en relación a la Iglesia?

“Desde el principio al fin, la Biblia manifiesta interés en el propósito de Dios de crear un pueblo para sí, un pueblo que le correspondiera con fe y obediencia y que fuera una fuente de bendiciones  a todos los pueblos. El llamado a Abraham, Isaac y Jacob estaba destinado a formar ese pueblo (Génesis 17:1-8; 12:1-3; 15:1-6). Así fue el llamado a Israel. Pero, cuando la nación israelita se [desvió] y comenzó a actuar de manera autosuficiente como Adán, Dios resolvió formar un remanente (Isaías 37:31; Miqueas 2:12; 5:7, 8; Sofonías 3:13), por medio de quién cumpliría su propósito de redención”.[1]

Como parte de los planes de Dios para su Iglesia, esta debería desempeñar algunas tareas muy importantes, las que garantizarían su propia conservación y prepararían a un pueblo para la venida del Señor Jesucristo. Y “aunque no se puede definir a la Iglesia en términos de sus funciones, aun así las funciones son importantes. La Iglesia […] no fue llamada a existir como un fin en sí misma, sino para cumplir el propósito de Dios, es decir, continuar el ministerio del Señor en el mundo, hacer lo que él haría si estuviera en la Tierra. [Por eso], la Iglesia no solo tiene una misión, la Iglesia es una misión”.[2]

El cuidado de todas las personas

De acuerdo con Mateo 25:34-36, la Iglesia tiene la misión de cuidar a todas las personas. Y en la Iglesia hay todo tipo de gente; la Iglesia necesita cuidar de esa variedad de personas. Quiero mencionar algunos grupos específicos que merecen un cuidado especial de nuestra parte.

 (1) La Iglesia debe cuidar a necesitados y a los que sufren

La iglesia cristiana del primer siglo es un buen modelo en este sentido. “Aunque se reunía para la instrucción y el compañerismo, la iglesia primitiva también sentía la responsabilidad de cuidar a los necesitados y a los que sufrían. Jesús era conocido por su ministerio de curación, y hasta llegó a resucitar muertos. Esperaba que sus discípulos también llegaran a resucitar muertos. Esperaba que sus discípulos siguieran sus pasos (Mateo 10:5-8; Lucas 10:1-12, 17) y afirmó claramente que los actos de amor hechos en su nombre servirían en los últimos días  para distinguir a los creyentes verdaderos y los que hacen profesión de fe vacía (Mateo 25:31-46). Repetidas veces, los apóstoles también enfatizaron la importancia del cristianismo práctico (cf. Sant. 1:27; 2:1-7; 1 Juan 3:15-17)”.[3]

Yo creo que la Iglesia está tomando en serio la misión de cuidar a los necesitados y a los que sufren. Las diferentes acciones sociales que hacemos lo demuestran. Sin embargo necesitamos continuar identificando a los necesitados y a los que sufren para ayudarlos a superar sus desafíos.

 (2) La Iglesia debe cuidar a los enfermos

Más de 50 millones de personas mueren anualmente en el planeta. Según la Organización Mundial de la Salud saber cuántas personas mueren cada año y la causa de esas fatalidades es fundamental para identificar problemas e implementar políticas públicas de salud eficaces.[4]

Ante tantas enfermedades y personas necesitadas de cuidados especiales, efectivamente, la Iglesia no puede ni debe cruzar los brazos. Y desde la perspectiva institucional, la IASD ha hecho muy bien su parte. Al final, son poco más de 570 hospitales, clínicas, centros de salud y orfanatorios, además de 10 lanchas y aviones misioneros.[5]

Todavía, el desafío es que cada miembro de la Iglesia sepa tratar de manera apropiada a los enfermos. Si Jesús es nuestro Modelo, entonces debemos actuar como él actuó. Y en las palabras de Elena de White, “En el curso de su ministerio, dedicó Jesús más tiempo a la curación de los enfermos que a la predicación”.[6]

Como miembros de la Iglesia debemos visitar y orar por los enfermos, interceder por esas personas ante Dios. Necesitamos alentar a los enfermos,  dar ánimo y discutir su actitud en relación a la enfermedad y, en el caso de una enfermedad grave, ponderar su actitud en relación a la muerte. Necesitamos actuar como pastores, y dejar que las personas hablen de sus miedos, preocupaciones, enojos y decepciones. Y mostrarles que, sobre todo, nuestro Dios, nuestro Médico supremo, nos ama y está con nosotros en todas las circunstancias.

 (3) La Iglesia debe cuidar a los excluidos, a los inferiores y a los rechazados

Jesucristo fue capaz de alcanzar a todos. Se relacionó con ricos y pobres, letrados e incultos, mujeres y hombres. Anunció y abrió el Reino para todos, pero no hay como negarlo, Jesús tenía una simpatía especial con los que la sociedad rechazaba.

A la luz de Lucas 15:1-10 aprendemos que Jesús recibía a los rechazados y excluidos, y además, comía con ellos para demostrarles que los aceptaba y estaba cerca. Jesús atendía a los rechazados y tenía algo importante que decirles. Como sentían que Jesucristo los recibía, esas personas apreciaban escuchar sus enseñanzas. La actitud de Cristo demostraba la clara intención de atraerlos a Dios. En definitiva, el Reino es para todos los que desean participar de él en actitud de humildad y arrepentimiento.

 (4) La Iglesia debe cuidar a los que se encuentran en pecado

En el registro de los Evangelios hay varios momentos espectaculares. Pero hay uno en especial que demuestra la capacidad de Jesús de recibir y perdonar a las personas. El relato está en Juan 8:1-11. No había tiempo que perder. Varias personas acusaban a una mujer los errores que ellas mismas llevaban. Como dice Elena de White, “Allí, trazados delante de ellos, estaban los secretos culpables de su propia vida”.[7] ¡Qué contenido cruel! ¡Debería hacer algo!

En primer lugar, Jesús actuó con calma, y eso enfrió los ánimos de los asesinos en potencia. A continuación Jesús escribió en el suelo. Nadie esperaba que el Maestro escribiera en el suelo; todos esperaban un discurso. Pero Jesús comenzó con una clase en el suelo. Nadie esperaba verse retratado en ejemplos contundentes escritos en la arena. ¡Fue una actitud creativa y fenomenal! Transformó a la acusada y también transformó el corazón y las manos de los acusadores. Después de esta clase escrita en el piso, las piedras quedaron demasiado pesadas, y la conciencia explotó por la culpa.

Por medio de esta narración impresionante, Jesús le enseña a su iglesia cómo tratar con alguien que se encuentra en pecado:

  • Busquemos toda la verdad para no ser injustos con las personas.
  • Seamos sensibles y cariñosos con quien peca.
  • No miremos solo un elemento, sino todo el cuadro.
  • Desafiemos la conciencia del acusado y de los acusadores.

Cuidar a todas las personas es una tarea primordial de la Iglesia en los tiempos actuales. Y siendo que la Iglesia somos nosotros, nuestro deber es cuidar a los necesitados y a los que sufren, a los enfermos, los inferiores, los rechazados y aquellos que se encuentran en pecado. Cristo lo hacía y nosotros debemos imitarlo.

[1] Tratado de Teologia Adventista do Sétimo Dia, p. 599-600.

[2] Tratado de Teologia, p. 610.

[3] Tratado de Teologia, p. 611.

[4] Jéssica Soares. “9 doenças que mais matam no mundo”. In:

http://super.abril.com.br/blogs/superlistas/9-doencas-que-mais-matam-no-mundo.

[5] “Summary of Statistics as of December 31”, 2011:

http://www.adventist.org/information/statistics/article/go/0/seventh-day-adventist-world-church-statistics-2011.

[6] Elena de White. El ministerio de curación. Florida, Buenos Aires, ACES, 1975, p. 12.

[7] Elena de White. El Deseado de todas las gentes. Florida, Buenos Aires, ACES, 1999, p. 425.

Adolfo Suárez

Adolfo Suárez

Escuchando la voz de Dios

Reflexiones sobre la teología y el don profético

Teólogo y educador, es el actual decano del Seminario Teológico Adventista Latinoamericano (SALT) y Director del Espíritu de Profecía de la DSA. Máster y Doctor en Ciencias Religiosas, con posdoctorado en Teología, es autor de varios libros y miembro de la Sociedad Teológica Adventista y de la Sociedad de Literatura Bíblica.